Todos somos ya Monk

Los negocios de abrián y la moda serán las mascarillas de diseño y los guantes de alta costura

El señor Monk era un detective que siempre se limpiaba la mano con una toallita después de dársela a otra persona. Y ni siquiera llevaba él las toallitas sino que tenía que dárselas una ayudante. Ahora somos ya todos el señor Monk. Yo llevo el coche lleno de toallitas refrescantes, antibacterianas, de mano y cara, gel hidroalcohólico, guantes lavables, guantes desechables, toallitas de limpia-muebles para limpiar salpicadero y varios botes de spray para limpiar salpicadero. He comprado varios botes de limpia pantallas para limpiar el móvil, las llaves, el reloj y las gafas. Ya no me pongo lentillas para no tocarme los ojos. Al volver a casa toda la ropa va directamente a la lavadora y los zapatos se quedan en el lavadero. Tengo dos cepillos para limpiar profusamente las suelas de los zapatos. He lavado con detergente desinfectante hasta los pañuelitos de limpiar las gafas. Ya solo en la casa me siento seguro y estoy empezando a desarrollar agorafobia (miedo a los espacios abiertos) pero todavía no es agorafobia sino agoramedaigual. Con la posibilidad de que el virus esté en todas partes menos en casa estoy empezando a desarrollar una apatía hacia todos los espacios públicos. Pronto me dará igual si no hay cafeterías o bares abiertos, cines, locales de conciertos, auditorios, teatros e incluso playas o ya directamente calles o carreteras. Las calles o carreteras ya sólo son posibilidades de infección que algunas veces hay que utilizar inevitablemente. La seguridad está en casa donde progresivamente empieza a estar todo más ordenando y limpio y afuera todo está más desordenado, sucio y contagioso. La calle, que en los primeros días de confinamiento era un lujo al servicio de privilegiados, es ahora un calvario de colas en los supermercados, turnos, guantes, geles, distancias, aforos, controles, seguridad. Poco a poco nos vamos acostumbrando a las calles vacías como si fuera algo normal por lo que yo al menos desarrollaré una fobia a las calles atiborradas en algún evento con todo el mundo respirando cerca de todo el mundo. Creo que ya no daré nunca la mano a nadie y que pensaré durante meses y años que el virus sigue por ahí y que puede quedar algún ejemplar que todavía puede infectar. Porque, quién nos asegurará que ya no queda ni rastro del virus. Los negocios de ropa volverán a abrir y estarán de moda las mascarillas de diseño y los guantes de alta costura.

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