Desde el "ser de día" las mujeres de su familia comenzaban a trajinar, recordaba cuando la despertaba el sonido de los cacharros de cocina chocando entre sí. Mientras la abuela lavaba la olla donde iba a cocer la leche recién ordeñada por su madre, su tía iba encendiendo la lumbre con los sarmientos que iba sacando de las gavillas que había junto a la chimenea. Ella por aquel entonces era pequeña, tendría entre 5 y 10 años. Esas mujeres llevaban las riendas de una familia numerosa, de las de antes: ocho o nueve miembros era la media de cualquier hogar. Se ocupaban de los niños, de la casa e incluso de los animales: tenían alguna cabra, conejos, gallinas, palomas…, y nunca faltaba un cerdo, Los hombres no iban a la zaga, recordaba s su abuelo, sentado junto a la lumbre, liando el primer cigarrillo de la mañana, antes de tomarse el tazón de leche con sopas que le habían preparado las mujeres de la casa, para trabajar con fuerzas toda la jornada. Pronto íbamos saliendo de la cama los niños, atraídos por el olor del pan recién hecho, el café de cebada y el calorcito que desprendía la chimenea en la que ya empezaba a bullir algún puchero. Recordaba las conversaciones de las mujeres, nunca escuchó que alguna estuviese embarazada: estaba de buena esperanza, el sexo ni se hacía ni se mentaba, cumplían religiosamente con la Santa madre Iglesia, y vestían de luto año si, año no, pues cuando no fallecía un tío era el hermano o el abuelo. Todas ellas recatadas, fuertes, trabajadoras hasta morir, nunca las vio sin hacer nada, al caer la noche, ya rendidas de trajinar de un lado a otro, cogían las agujas de punto y seguían con el jersey ya empezado, o zurcían el cuello de una camisa. Por aquellos años ella comenzó a leer, su abuela la enseñó en las largas noches de invierno, sentadas las dos en una mesa de camilla con un buen brasero bajo sus pies helados. Ya entonces, le chocaba la forma en que se hablaba de las mujeres en los libros: amas de casa, de profesión "sus labores", o "labores propias de su sexo" (por cierto la primera y única vez que vio esa palabra escrita). Para lo único que eran "amas de la calle", era para barrer sus puertas todas las mañanas, y sin embargo ella sabía de su fortaleza, de su sabiduría, de su entrega y de su inteligencia, pero al parecer ese era un tesoro escondido que a nadie le interesaba. Con el paso de los años, no fueron ellas las que cambiaron radicalmente, pero sí sus hijas y sus nietas, el acceso a la educación fue crucial, sin embargo, cuanto poso de aquellas experiencias infantiles quedaron grabadas en el ADN de aquellos niños y niñas! Y, aunque del sexo se hablaba y se hacía, a veces con bastante impudicia en cines y televisión, aquel pensamiento único de que había un sexo débil, permanecía en el imaginario de las gentes. La sacó de sus recuerdos, en los que navegaba ensimismada, una voz masculina, era el presentador del libro cuya autora, sentada a su lado, miraba divertida cuanto la rodeaba. El comenzó su introducción diciendo: he leído tu libro y no coincidimos casi en nada, ella con una carcajada tan libre como sincera, retadora, le dijo: tú cuando vas a la cama con tu mujer a que vas, a pasártelo bien, no? Pues yo también, sin tapujos, sin complejos, que nos diferencia a unos y otras? La mayoría del público, mujeres jóvenes, aplaudieron a rabiar, tanto como los hombres que las acompañaban. Eran otros tiempos afortunadamente, ella también rio con todas sus ganas, echando de menos a todas aquellas sabias mujeres.

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