De Gobiernos e Ínsulas

gONZALO aLCOBA gUTIÉRREZ

Mujeres por la libertad (i)

90 después de la proclamación de la República, es triste que estos primeros pasos no continuaran hasta tantos años después

María Luisa Algarra es una mujer no muy conocida. Como suele ocurrir con las mujeres brillantes en el mundo de los hombres, su memoria se ha ido diluyendo en la historia. Se habla poco de sus obras teatrales, aunque los expertos a los que he leído coinciden en significar su capacidad para entender el mundo que vivió. Algarra triunfó en México, en su exilio, pero murió con solo 41 años. Pese a ello, su nombre pervive tímidamente en algunas obras académicas. Aunque a Algarra le cabe otra dignidad que no siempre se menciona, porque ella fue, sépanlo, la primera mujer jueza en España.

Hay que adelantar que, en el contexto de un impulso decidido hacia la igualdad constitucionalmente consagrada, el Gobierno Provisional de la República dio por primera vez acceso a la mujer, por Decreto de 29 de abril de 1931, a las oposiciones para Notarías y Registros de la Propiedad. En 1933 se las admitió también al ejercicio de la Procura. Sin embargo, la victoria derechista de noviembre de ese año frenó este avance, ya de por sí demasiado lento. A pesar de los esfuerzos de muchas mujeres juristas, entre ellas Clara Campoamor, la función judicial permaneció vetada para ellas.

Maria Luisa Algarra, que ya había debutado como dramaturga, fue nombrada Jueza en Granollers en 2 de diciembre de 1936, cuando el golpe faccioso había sacudido la institucionalidad republicana y la guerra lo destruía todo. Antes de huir del odio fascista, Algarra sufrió la paranoia estalinista, porque su cargo duró el tiempo que el POUM pudo resistir la presión soviética. Se ha dicho que Algarra, pese a lo afirmado en el decreto de nombramiento, aún no había obtenido la licenciatura en Derecho, que alcanzó poco después; sin embargo, la condena al olvido no procede de ese hecho. De otro modo, ya me explicarán por qué rara vez se recuerda que Julia Álvarez Resano, primera gobernadora civil, fue también la primera mujer magistrada, por más que lo fuera interinamente, entre agosto y septiembre de 1938.

Noventa años después de la proclamación de la República, es triste pensar que estos tímidos primeros pasos no hallaron continuación hasta tantos años después; que aquellas dos mujeres y otras muchas murieron en el exilio, después de haber sido humilladas en su patria por la propaganda franquista. Solo recordándolas se puede ponderar el dolor que arrastra la lucha feminista y la urgencia por alcanzar, de una vez, la igualdad absoluta. Sin más trabas ni excusas.

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