Recibí 2020 en Budapest. Imaginaba que el resto del año sería así, una interminable fiesta. En el rótulo de los autobuses urbanos ponía 2020 y algo en húngaro que, evidentemente, debía ser feliz año. Una señal: allí iban, hacía el 2020, apretados en autobuses, gente de media Europa y parte de China -había muchos chinos, ya se lo digo-. Ese mismo uno de enero me fui al más famoso de los ruina bar y pensé ¿por qué no habrá de esto en España, mira qué idea, ruina bar? Hay un dicho que aconseja tener cuidado con lo que deseas. Por ello, después de lo del ruina bar, este año no he deseado nada, salvo seguir respirando. Puestos a felicitar, lo haré a aquellos bares que han resistido, muchas veces con la incomprensión de quienes, desde su sofá y su móvil, han podido impartir doctrina y repartir culpas. La restauración aparece, pues, como una de las actividades más dañadas -económicamente- por el covid y lo seguirá siendo este año. Superado el momento Araceli, la señora a la que hemos visto vacunar una media de 30 veces al día y que ha desencadenado una pulsión por llenar las noticias con los nombres de nuevos vacunados (en algún momento serán tantos que hará inviable seguir dando los nombres, espero yo), empiezan a llegar otras noticias, como, por ejemplo, que el sector de la hostelería se enfrenta al cierre de 100.000 negocios. En Almería desde marzo 48.800 personas han estado percibiendo prestaciones en un ERTE y siguen en esa situación 3.258. De estos últimos la mayoría están relacionados, de alguna forma, con la hostelería. Resulta por tanto evidente que antes de finalizar el mes veremos una nueva prórroga de los ERTES. El problema reside en que cada vez son menos efectivos y cada vez la idea no ya de un concurso de acreedores sino, directamente de bajar la persiana y a otra cosa, gana posibilidades en muchos de esos pequeños negocios. Ya no se trata de quien está en un ERTE, que por lo menos, cobra. Están los olvidados de segunda fila, quienes esperaban encontrar un empleo -temporal, por supuesto- en la hostelería esta Navidad y se enfrentan a la nada para los próximos meses. Sumemos los empleos indirectos que mueve la hostelería. Por ejemplo, el que suministra las migas que, si algún día llueve en nuestra provincia, servirán para que nos las pongan de tapa. Todos dependemos unos de otros. La recuperación será lenta y, por tanto, no la agravemos con irresponsabilidades y no seamos crueles pidiendo medidas que pensamos no vamos a sufrir. Les deseo a todos, salud este año.

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