Mientras el mundo gira

Andrés Caparrós

Nadia

Nadia - Andrés Caparrós

“Las peras a cuarto”

Corría el año 1896 cuando se acuñó en España una moneda de plata de gran valor. La llamaron cuarto porque era un cuarto de real. Una pera no costaba tanto dinero, ni mucho menos. La expresión “poner las peras a cuarto” se usó en aquel tiempo para anunciar que se iba a castigar severamente a alguien por haber hecho muy mal lo que tenía que haber hecho muy bien.

“Presidente, tenemos que rectificar. Estamos perdiendo credibilidad y eso puede ser muy grave. Imponte, ya.”

Nadia Calviño le va a poner las peras a cuarto a más de uno. Ya está en ello. Podemos imaginar a Pablo Iglesias revisando su reciente declaración: 

“la Reforma Laboral se va a derogar íntegramente sí o sí; está firmado. Yo creo que estoy siendo bastante cristalino” 

Podía haber usado otro adjetivo. Su arrolladora oratoria en formato de grito prebélico o susurro monacal, facundo incontinente, le ha jugado una mala pasada. Porque los cristales pueden estar limpios, o no; y en cualquier caso, se rompen si es necesario con una buena pedrada, por ejemplo. La compañera de bancada azul – qué raro que al marqués de Galapagar no se le haya ocurrido todavía proponer el cambio de tapicería de la primera fila del Congreso; el rojo le caería mejor a su señoría – digo, la compañera Vicepresidenta de Economía ha tirado una piedra con carambolas. Como en una brillante jugada de billar ha tocado primero la bola negra, o sea, el Presidente, y luego ha llegado contundente, con la velocidad y el brío precisos, a la banda donde “la cristalina” estaba a la espera. A un paso del hoyo ha sido empujada, dicen.

“¡Presidente, imponte ya!”

Ha tenido que ser una mujer. 

Los hombres del PSOE, en el Gobierno, en el Congreso, en las Presidencias autonómicas, no han hecho lo que en esta hora hay que hacer; coger al toro por los cuernos; ponerle “las peras a cuarto” a un Pedro Sánchez cautivo, de criterio errático. Ha tenido que ser la mujer que representa el mejor nivel socialdemócrata de España en Europa. Desde mi balcón aplaudo el tono imperativo de esas tres palabras. Por la repercusión positiva inmediata que puede y debe tener para fulminar un pacto secreto de mediocres maleantes firmado de prisa y corriendo sin la obligatoria premeditación y consenso, pero con grave y evidente alevosía; y también aplaudo desde el mismo balcón, con entusiasmo además, porque un gesto valiente como este, permite albergar la esperanza de que mañana o pasado, quién sabe, el PSOE optará por encumbrar a la primera Secretaria General y, puestos a soñar, a la primera Presidenta de Gobierno de España. ¿Por qué no? Ya sería hora.

Lo veremos mientras el mundo gira.

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