Naturalidad de los rebrotes

Es harto difícil modificar las reacciones naturales y no basta con la expectativa del "cuando esto pase

P REOCUPAN los rebrotes de los contagios del virus, como es natural, pero acaso también tengan ese carácter natural -por ser algo que comúnmente sucede- los descuidos y la más relajada disciplina social a que se deben. Tan repetidos anuncios del "cuando esto pase", tan cacareadas prórrogas del estado de alarma, tan anticipada "nueva normalidad" para dar rango ordinario a lo excepcional -y también a lo extraño, por poco natural- confinaron física y mentalmente hasta que, con el rosario de las fases, la alarma resultó menos alarmante.

Y la disposición de los mortales -esos animales se dice que racionales aunque tropiecen dos veces en la misma piedra- a bajar la guardia como consecuencia, dígase otra vez natural, porque la inercia de las costumbres normales lleva a apartarse de lo extraño. Una cosa es que la posmodernidad ponga marchamo a la época histórica contemporánea y a los modos y maneras de sus coetáneos. Y otra que una "nueva normalidad" se imponga sin el transcurrir de los muchos años que se toma el tiempo para cambiar los humores de las sociedades.

Se reiteran, entonces, las advertencias para recordar que el virus no sabe de vacaciones, sin que tampoco se conozca bien su incomodidad con las humedades y los resoles. Pero hay cierta reserva para hacerlo de manera explícita y contundente. Pongamos por caso las fotografías de los efectos de los tumores en las cajetillas de tabaco o los anuncios, trágicos y dramáticos, de los accidentes de tráfico. Se comparta o no la impresión rotunda de esas campañas preventivas, verdad es que con el coronavirus más bien se impone un comedimiento de su leva mortal y de los estragos y secuelas de su contagio, sin que se den manifestaciones directas y explícitas de enfermos intubados, movilidad del todo reducida durante semanas y meses, pérdida de masa muscular, efectos secundarios de larga y no siempre definitiva superación. De modo que esa relajación natural de los "desconfinados" tuviera cierta cautela porque el virus no ha pasado ni su plaga ha concluido. Y queda todavía, además, una manifestación que atraviesa las normalidades -vieja o nueva-: la subasta de tratamientos y vacunas al mejor postor, como ocurrió con las mascarillas y los respiradores cuando el virus dijo aquí estoy yo.

Preocupan los rebrotes, sí, porque es harto difícil modificar las reacciones naturales y no basta con la incierta expectativa del "cuando esto pase".

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