Navidades de pantalla

Se da el caso de países donde la cantidad de teléfonos móviles supera al número de habitantes

En un tiempo no muy lejano se había de marcar el prefijo de la provincia de Murcia si desde cualquier lugar de la provincia de Almería se pretendía hablar telefónicamente con la localidad almeriense de Pulpí. Cuando ya a Pulpí la telefónica le puso el prefijo de Almería, prolongamos la marcación del prefijo murciano hasta hacernos a la idea, lo cual viene a demostrar la teoría de que el ser humano es un animal de costumbres, o dicho de otro modo, no todos los animales tienen el mismo hábito.

Ahora, hoy, con el teléfono fijo convertido en reliquia de mercadillo dominguero, los prefijos telefónicos han quedado en numeración obsoleta, excepto para aquellos protectores de tradiciones, usos, y costumbres. El móvil, el teléfono móvil, es el causante de esta revolución inalámbrica. Se da el caso de países donde la cantidad de teléfonos móviles activos supera al número de habitantes, luego hay ciudadanos con más de un teléfono móvil. Allá ellos si ya con uno te vuelven loco.

En cuestión de tres o cuatro temporadas de 'Cuéntame' o 'Amar es para siempre', el teléfono móvil, aquel con tapa abatible o deslizable o sin tapa, enfiló el camino al museo de lo venerable no en el sentido de venerar propiamente, sino en el de arcaico, porque el 'esmarfone' se adueñó de nuestras vidas. La pantalla, junto con las aplicaciones para ver o dejarse ver, obró el sortilegio. Como en todo existen detractores del artefacto y defensores del dispositivo.

No están los tiempos para abrir más debates de los ya de por sí desenvueltos por algunos ministros, sea anotado sin intención de señalar. Así pues y precisamente por como están los tiempos, demos merecido reconocimiento a la pantalla. Gracias a la tecnología estas Navidades han sido, están siendo, algo más llevaderas. Estas fechas llevan consigo algo así como el turrón blando, te deshacen el corazón, echas de menos a quien ni saludas durante el resto del año. ¿Qué hubiera sido, qué sería, de nosotros sin esa pantalla a la que se asoman padres, nietos, hijos, toda la parentela a ser posible? Los besos, las lágrimas, las risas, las ternezas, han traspasado el plasma. La mampara guarda como en un cofre las caricias, los arrumacos, los besuqueos. Llegará el día de abrirlo, volarán a nuestro encuentro los mimos, los roces, los abrazos pendientes y prendidos en nuestros deseos. Ahora, con su permiso, me siento a ver y charlar con parte de la familia.

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