Neutralidad, quien te pillara

¿Qué persona neutral es suficientemente neutral para garantizar la neutralidad de los candidatos"

Se puso de moda hace algunos años aquello de "quién vigila al vigilante". Este problema lo tenía resuelto Platón al defender que el rey filósofo tenía cualidades suficientes para velar por que la actuación de los guardianes fuera correcta. Pero en nuestros sistemas, siendo los controladores del poder parte interesada, tampoco tenemos claras garantías de que ejerzan esa vigilancia de un modo justo y objetivo. Estamos viviendo que los controles se ejercen más para desgastar al poder que para asegurar que las decisiones y actuaciones sean correctas. Es así. También está lastrado por intereses partidistas qué se hace o a quién se elige para determinados cargos. Véase el asunto de la dirección de RTVE. Todos los partidos, cuando están en la oposición, reclaman el nombramiento de alguien que sea neutral para que los medios de comunicación públicos no se conviertan en aparatos de propaganda del gobierno de turno. Pero cuando acceden al poder, entonces cambian las tornas de tal manera que los otrora mandamases, fustigando las decisiones de los que llegan (parecen verse como en un espejo en las decisiones de los nuevos) son los que ahora suspiran por la neutralidad. Se cree que se puede conseguir la neutralidad exigiendo mayorías cualificadas para el nombramiento de estos cargos. Pero ¿garantiza esa mayoría la neutralidad del nombrado? Para encontrarlo se emprenden negociaciones entre las distintas fuerzas. La experiencia dice que todo candidato propuesto tendrá unos ribetes que siempre lo harán inaceptable para algunos, o bien porque lo considerarán suficientemente proclive a sus adversarios, o poco seguidor de los propios dictados. Tal vez todo se resolvería si hubiera un elenco de personas que pudieran blasonar de neutros. Ahora bien, igual que en el caso de los vigilantes: ¿qué persona(s) neutral(es) es (son) suficientemente neutral(es) para garantizar la neutralidad de los candidatos? Si hasta de los jueces, que pueden pasar por ser el paradigma de la objetividad. se dice que tienen su propia ideología, que no deja de traslucirse en algunas de sus decisiones, ¿en quiénes vamos a poder confiar? No poder confiar en nadie nos enfrenta a un dilema: o soportamos una televisión pública mermada por las tendencias de sus directivos (lo que limita la información más o menos objetiva), o la suprimimos dejando la (in)formación en manos privadas, a expensas de grupos de presión. Estamos ¿condenados?

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