Nevazo proletario

La antigua pala proletaria ha sido tomada por la ciudadanía en un ejercicio cívico que no se libra de la controversia

El pico y la pala eran emblema, representación simbólica, del obrerismo, del proletariado, cuando esos términos señalaban, de manera genuina, la correspondiente clase social y una ideo-logía política que abanderó, entre otras, esa causa, con instrumentos simbólicos distintos aun-que de la misma familia de aperos. Propósitos más jocosos o de reprimenda eran los de instar a alguien para que cogiera el pico y la pala, cuando el aludido torcía poco la espalda, o una forma de conjurar la quietud del paro, al que también se puso metáfora cinematográfica con Los lunes al sol. En estos días posmodernos de nevadas descomunales, las palas se agotaron en las ferrete-rías y con ellas se han puesto al tajo no pocos ciudadanos concienciados, a fin de atemperar las dificultades y los riesgos de la acumulación de nieve y su transformación en hielo. Si el virus diabólico hubiera provocado trastornos con necesidad de atención de los traumatólogos, las urgencias por resbalones habrían saturado todavía más las salas hospitalarias de espera. Y, en-tre Filomena y pandemia, truncadas a nuestro pesar las rápidas expectativas de las vacunas.

Pues bien, comprometidos muchos vecinos con los intereses públicos, la controversia banderiza también encuentra materia con las "peonás" de la nieve. De modo que, más que elogiar la im-plicación ciudadana -¿tendrá algo que ver con la educación para la ciudadanía?-, se reprocha el mal funcionamiento de los servicios públicos, desbordados por una nevada cuya intensidad tiene pocos antecedentes. Y si algún dignatario, preboste o líder político se da a la faena de la pala, la cosa va de intenciones propagandísticas y presencia mediática, cuando el adversario -no se diga enemigo- se anticipa o cae en la cuenta de mostrar un gesto. Como si estos no fueran práctica común y ejercicio habitual de la actividad política; sobre todo, en situaciones de excep-cionalidad. Así que Filomena, además de dejarnos ateridos y con el susto de un carámbano que nos desnuque si cae al paso, da para el corral de comedias porque, ante lo inaudito, argumentos e historias hay variopintos y escenarios multitudinarios también, ya que las redes sociales no echan el telón en su permanente sesión de "impactos".

El pico y la pala, en fin, han recreado su primigenia identidad para servir a una causa ciudada-na, antaño obrera, ante la mayúscula entidad de un nevazo mucho más que proletario.

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