Noche de bar

Vivir la verdadera Navidad, libre, mercantilista, eufemística, con máquinas registradoras que echan humo

Los seres vacíos llenan los locales de moda de la calle Ángel Ganivet de Granada después de las doce de la nochebuena, hora vampírica santo y seña de la Navidad after. Ya nadie recuerda cuando la Navidad fue Navidad o cuando dejo de serlo. Ahora los autómatas pugnan por el árbol de luces más grande, el mayor número de luces, el mayor derroche de electricidad camuflado en la más alta tecnología con la falacia de que aunque el número de lámparas es mayor, la eficiencia en el consumo de las lámparas es también mayor con lo que el consumo es el mismo, sólo que en realidad el número de lámparas, el derroche y la excentricidad crece hasta el infinito y la eficiencia humana crece muy poco o incluso decrece. También crece la ilusión de que cuanto más derroche más ánimo bursátil y más crecimiento económico cuando no tiene nada que ver, aunque eso sí, es la magia de la Navidad. El año que la Navidad no tenga magia seremos austeros y eficientes pero ya no tendrá gracia.

La Navidad es sofisticada en Granada cuando las manecillas del reloj tuercen el último segundo y se abre la veda de la verdadera Navidad, la noche. La noche es gélida fuera de los pubs y no dejan entrar a los niños lógicamente aunque las familias insistan en celebrar la Navidad after con ellos y su ilusión pero la noche de Navidad es sólo para adultos. En el interior lucen vestidos de manga corta y suenan ritmos desconocidos y baratos, y llega la fauna estilizada, dúctil y efímera de traje y corbata acompañada de cabezas medio rapadas con tonos punks en las cazadoras, peinados sofisticados y a la vez sencillos y pálidos, parejas imperfectas y trasnochadas, copas de balón enternecidas con su correspondiente recibo térmico impreso que acompaña su servicio y su correspondiente reclamación pasado un breve lapso de tiempo. Sin el mínimo coktail de amargos frutos se llena el mundo de seres llenos de ansia por vivir la verdadera Navidad, libre, mercantilista, eufemística, crematística, con máquinas registradoras que echan humo de grabar a fuego cada ticket térmico cuyas letras se borrarán para siempre como la Navidad en la que tras la tradicional orgía de lujos de baratillo arden los ángeles tristes esperando que en vez de dar las doce para terminar, den las doce para empezar la Navidad donde no reponen películas en cinemascope, donde no hay naves que embisten en ariete al enemigo de la Navidad, la austeridad.

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