Noviembre, entre cipreses y difuntos

Estos primeros días de noviembre no están tristes los cementerios. Ni ayer ni anteayer ni tampoco en los dos o tres próximos días

Noviembre empieza evocando a los difuntos y acaba con las tardes sin luz, anunciando el oscuro silencio del invierno, la estación, quieras que no, que simboliza la oscuridad. Millones de ciudadanos han aprovechado estos primeros días del mes para trasladarse a sus lugares de origen y reencontrarse con la memoria de sus familiares fallecidos. Al depositar sobre sus tumbas o en los floreros adheridos a la lápida sus ramos de flores, con aromas de eternidad, volverán a oír las voces del pasado y a sentir el calor y el abrazo de aquellos a los que tanto quisieron.

El filósofo griego Epicuro, hace más de dos mil años, afirmaba que la muerte no debe preocuparnos realmente. Ni tampoco ha de generar en nosotros motivo alguno de inquietud o desasosiego. La explicación que aportaba es elocuente: "Mientras yo estoy vivo, la muerte no ha venido todavía, y cuando la muerte llegue entonces yo ya me habré ido".

De todos modos, la muerte llega a su lecho y los últimos instantes son vividos, por desgracia, en muchísimas ocasiones en soledad, sin que el moribundo pueda despedirse de los suyos, y sin que pueda compartir con ellos los últimos momentos de su vida y el adiós definitivo. Para la historia del mundo quedarán estigmatizados los cientos de miles de muertes que esta covid-19 han dejado desamparados solos en una UCI o en una residencia de mayores.

Estos primeros días de noviembre no están tristes los cementerios. Ni ayer ni anteayer ni tampoco en los dos o tres próximos días. Los camposantos (palabra antigua y desagradable) rebosan colorido y luminosidad; mezclan fragancias que ofrecen a los visitantes e invitan a disfrutar de su imponente paz. Estos días los cementerios están más vivos que nunca y los recuerdos de los seres queridos los llevamos amontonados en nuestros corazones. Aunque para muchos tal vez sea solo un día al año, bienvenido sea porque hoy, primera semana de noviembre, el cementerio está más vivo que nunca y a nosotros nos hace sentir la belleza de la vida, aunque en su trayectoria nos encontremos con tragos amargos, ásperos y poco digeribles.

Recuerdo a los que no llegaron dignamente y quedaron al otro lado de la tapia. Detrás de esa tapia obscura de la muerte, está la certeza imbatible de que nadie muere del todo mientras quede alguien en el mundo que le quiera, le recuerde o añore su presencia.

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