Noviembre, mes de los muertos

Por desgracia estamos inmersos en una pandemia con una virulencia casi extrema

P"Había en Bagdad un mercader que envió a su criado a comprar provisiones. Al rato el criado regresó pálido y tembloroso y dijo: "Señor, cuando estaba en la plaza del mercado, una mujer me hizo muecas entre la multitud y cuando me volví pude ver que era la Muerte. Me miró y me hizo un gesto de amenaza; por eso quiero que me prestes tu caballo para irme de la ciudad y escapar a mi sino. Me iré para Samarra, donde tengo familia, y allí la Muerte no me encontrará". El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él, huyendo a todo galope. Después el mercader se fue para la plaza y vio entre la muchedumbre a la Muerte, a quien le preguntó: "¿Por qué amenazaste a mi criado cuando lo viste esta mañana?". "No fue un gesto de amenaza -le contestó-, sino un impulso de sorpresa. Me asombró verlo aquí en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra".

Es muy difícil que nos acostumbremos a la muerte. El filósofo griego Epicuro, hace más de dos mil años, afirmaba que la muerte no debe preocuparnos realmente. Ni tampoco ha de generar en nosotros motivo alguno de inquietud o desasosiego. La explicación que aportaba es elocuente: mientras yo estoy vivo, la muerte no ha venido todavía, y cuando la muerte llegue entonces yo ya me habré ido.

Por desgracia estamos inmersos en una pandemia con una virulencia casi extrema. El número de muertos es abrumador y tiene difícil solución si no nos comportamos como mandan las autoridades sanitarias, con la desazón que cuando estemos más de lleno en este otoño-invierno puede ir a más y peor. Me abruma tanta muerte, tantos muertos, tanto desconsuelo que tiñe de negro zaíno e infinito las páginas de nuestros periódicos y los minutos en las emisoras de radio y televisión. Este artículo es una lápida colectiva, un obituario inabarcable, la crónica anual de un recuerdo. Un "no te olvido" para todos aquellas personas cercanas de la familia, de los amigos, de los conocidos, etc. Ya, por la edad que nos lleva, por desgracia se han ido quedando en el camino de lo eterno muchas personas con las cuales el día a día, la tertulia, los encuentros programados o fortuitos eran contínuos.

Durante este mes de noviembre, los cementerios se engalanan de flores, de velas y de oraciones al aire. Gracias, gracias, noviembre, mes de los difuntos, por esta ocasión única que nos das para vivirte.

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