La tapia con sifón

Nuevas tecnologías

Llegas al bar o al restaurante y te encuentras un código QR en la mesa. Se ahorra papel, dicen, es ecológico

Lllegas al bar o al restaurante y te encuentras un código QR en la mesa. Se ahorra papel, dicen, es ecológico. Y más rápido, dicen, no tienes que esperar al camarero con la rancia y poco sostenible carta de papel. Hay gente anticuada que no lleva móvil conectado a internet (por ejemplo, el director de Telefónica, Álvarez Pallete, un analfabeto digital que dijo en una entrevista que las conexiones en el despacho y en casa, pero por la calle ni hablar), pero no pasa nada. Si usted no lleva smartphone o no sabe utilizarlo, el camarero le deja su móvil ya conectado a la carta para que usted la vea. La ve peor que en el folio de toda la vida, pero va pasando con el dedo las líneas, ampliando y reduciendo, volviendo como puede al principio para comprobar algo…total, que tarda mucho más que con el sistema prehistórico: a tomar por saco la rapidez y la comodidad.

Esta semana he estado en Alquímico, un restaurante instalado recientemente en la Puerta de Purchena, que ha dado un paso más: las QR están obsoletas y hay que entrar en su web, tanto para reservar (el teléfono también hace perder tiempo) como para ver la carta. A pesar de que me acompañaba un experto usuario de las tecnologías más avanzadas, tuvo que recurrir al camarero para que le ayudara a navegar por las procelosas aguas de la carta. Resulta que al apartado de tapas le llaman "prueba", al de platos "experimenta" y al de postres "descubre". Adobado con palabras en inglés -draft beer, food, music- que siempre quedan "fashion". La comida estuvo bien: ostras de buena calidad aunque demasiado bañadas en salsa; croquetas de ibérico no tan cremosas como dice su nombre, lo único flojo de la comida. Compartimos un tartar de gambas rojas sabroso y delicado a la vez, y un entrecot de rubia gallega. La carne estaba bien madurada, aunque de un bicho joven a juzgar por la textura y el sabor; nos la sirvieron en el punto exacto que pedimos. El servicio fue atento e informado, excepto en el caso del atún rojo que ofrecen: le preguntamos si era de piscifactoría o de pesca y nos dijo que no era de piscifactoría, sino de Balfegó, "el mejor atún del mundo". Balfegó es una empresa que tiene instalaciones de acuicultura en Tarragona, donde engordan los atunes hasta que alcanzan un peso comercial. Pero este es un tema que merece comentario más extenso, ahora que están funcionando las almadrabas.

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