El sistema económico español está agotado. La España como proyecto común no existe. Luis García Berlanga lo plasmó brillantemente en La vaquilla, 1985. España es ese ternero muerto en un descampado donde los buitres debaten qué parte les pertenece y el pueblo asiste impertérrito a la fiesta, mientras que son otros los que deciden qué parte del hambre le tocará a cada uno de ellos.

La sobredimensión de la administración, su ineficacia y falta de practicidad. La alimentación de los cortijos y la red clientelar, así como la nefasta gestión de lo público, nos augura una crisis peor que la de la última década. Subvenciones sin control, adjudicaciones de presupuestos con sobrecostes, déficit en las arcas públicas, la privatización de los sectores económicos básicos, gastos, gastos y más gastos.

El cóctel perfecto para una sociedad que nunca se tomó en serio los designios de un país y que volverá, por lo tanto, a sufrir hasta las últimas consecuencias sus actos. Los Derechos de los Trabajadores, los Derechos elementales del ciudadano y los Derechos Humanos serán el centro de la diana. Y sin duda alguna, estaremos presentes y seremos testigos de excepción, mi querido lector.

El envejecimiento de la población en España es un hecho obvio que tan solo a los jóvenes coge desprevenidos. Sin embargo, desde los últimos quince años, venimos arrastrando los problemas de no haber atajado la endémica situación de las pensiones y de un sistema social que ha ido desapareciendo, año tras año, y que ha servido para ir tapando las vergüenzas de unos líderes que nunca han estado ni estarán a la altura de las circunstancias.

Esta crisis del COVID-19 se ha cebado en especial con las personas mayores. Las residencias de ancianos han sido campos de ejecución improvisados, donde las diferentes administraciones públicas han sido incapaces de dar respuesta a un sector de la sociedad al que le debemos todo. Y aquí tenemos, una vez más, a una sociedad que vuelve a desdeñar a sus mayores, a aquellos que vivieron la posguerra; que fueron los precursores de la Transición y de la Democracia; que vivieron la crisis económica de dos mil siete y que para esta ocasión se les paga con el abandono, la indignidad y la muerte.

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