Obligada libertad artística

En el pasado, los artistas trabajaban con un guión impuesto por el comitente, tanto en el tema como en el estilo

Para Sartre -el gran filósofo y literato existencialista francés del pasado siglo- , el hombre contemporáneo es radicalmente libre y único responsable de su vida y de sus actos. A diferencia de la Naturaleza, el hombre tiene conciencia de si mismo y su realidad es una pura subjetividad, imposible de superar o sobrepasar. En Sartre, la libertad radical del individuo, lejos de ser una liberación, es una especie de condenación, el inicio de toda clase de angustia ."Ser arrojado al mundo significa ser responsable de todo lo que se hace", de todas las decisiones que se toman y de todas las acciones que se ejecutan. Somos libres para decidir y actuar, pero somos obligatoriamente libres; necesariamente tenemos que tomar decisiones a cada momento que condicionan y determinan nuestras vidas y las de los demás. Estamos obligados a posicionarnos activamente y seremos juzgados a posteriori por ello. Es un modo de existir inexorable, angustioso, que define la vida del hombre moderno. A Sartre le gustaba relacionar esta moral existencialista subjetivista con el proceso creativo del arte; nadie sabe como ha de hacerse una obra, ni tan siquiera su creador, pero ambos serán juzgados por ello cuando el producto artístico sea recibido por la sociedad. Con frecuencia he visto a mi amigo Antonio López expresar esta idea angustiosa durante el proceso de elección de un motivo para un cuadro y su posterior realización, especialmente en las tertulias con los pintores de los Cursos de realismo que impartimos todos los años en Olula. El artista contemporáneo se encuentra, por lo general, en la soledad de su estudio, con todas las posibilidades infinitas ofrecidas a su libertad absoluta. Es un momento de vacío enorme y de angustiosa responsabilidad; su elección determinará la fortuna posterior de su nombre y de su obra. Todos vivimos en el fondo con esa zozobra; es la paradoja de la conquista de la libertad intelectual. En el pasado, los artistas trabajaban con un guión impuesto por el comitente, tanto en el tema como en el estilo y carácter, pero ahora todo está abierto. No sorprende entonces en Sartre la conciencia de "opinador" al servicio de la sociedad que compete al artista y al intelectual; ambos tienen obligación de comprometerse éticamente con las circunstancias históricas de sus vidas.

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