Comunicación (im)pertinenteDe reojo

FRANCISCO GARCÍA MARCOS JOSÉ Mª REQUENA COMPANY

Orgullo cooperativo

Este presupuesto es la herramienta legal que nos permitirá facilitar la salida de la crisis económica por la covidLa realidad que encarna esta Cajamar solvente y moderna la idearon hace unas décadas una tropilla de paisanos

De regreso tras larga ausencia navideña, me alegró leer entre la publicidad que engalana alguna fachada de Cajamar, su reclamo distintivo como cooperativa financiera, un modelo empresarial asociativo que abunda en el ámbito rural, pero de cierta extravagancia en el mundo bancario. Ese mundo de instalaciones lujosas y escasa sensibilidad a la hora de respetar al cliente, al que no es raro que se maltrate sometiéndole a largas colas o imponiendo horarios de caja mezquinos, que obligan a los mayores a implorar ayuda ajena para operar con la robótica digital. Una desatención en la que Cajamar no suele pecar y merece ser resaltado no ya como opinión, sino como hecho cierto y constatable. Y que a la vez sirve de ejemplo, siquiera subliminal, para justificar esta reflexión que viene inspirada solo, pero no exclusivamente, por esa anécdota de volver a casa y reencontrarme, regodeado, con uno de los valores más peculiares que tenemos en esta tierra: la cultura de las cooperativas, tanto en las empresas agrícolas como en el medio financiero. Ese orgullo cooperativo al que aludía la propaganda de Cajamar, como singular factor identificativo, máxime si se añade el dato de que su potente realidad financiera de hoy deriva de aquella otrora modesta entidad local, que inició su andadura sobre un insólito modelo cooperador (de operar unidos), pionero en su tiempo. Un ingenio económico en las antípodas de los clásicos cánones capitalistas y socialistas, ya que apuesta por un tipo de "democracia económica" para socializar la captación de sus recursos y, sobre todo, resocializar la misión de sus inversiones. Un modelo de gestión que tal vez ilustre la opción menos abusiva y de más futuro, para hacer frente al neoliberalismo voraz de la banca tradicional. Y acaso lo más notable de todo sea que la realidad que encarna esta Cajamar solvente y moderna, la idearon hace solo unas décadas, una tropilla de paisanos emprendedores que supieron aunar y conjugar esfuerzo e inteligencia, para lograr que aquella entelequia cooperativa sin precedentes, no solo sobreviviera en un medio rural paupérrimo sino que, al cabo de unos años, se erigiera en la locomotora financiera que rescató a la Almería aislada y tributaria de la miseria hispana, hasta situarla, tal vez para siempre, en cabeza de la industria agrícola europea. Y es que ya lo decían los clásicos: vivimos ciegos al mérito de las cosas más cercanas.

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