Como ya he dicho en otras ocasiones, imparto clases del Certificado de Aptitud Profesional (C.A.P); y me sigo preguntando: ¿Por qué los adultos tienen tan poca curiosidad por la formación?, ¿Porque son tan reticentes a los conocimientos, incluso a aquello que forma parte de sus trabajo? ¡Qué lejos de la actitud de los niños, que tienen sed de conocer! ¿Es posible que este motor del saber se disipe de una forma natural con la edad? ¿O acaso, la rutina del día a día y la tendencia a la uniformidad nos impide hacernos preguntas que ya tienen respuesta?; y dado esto, ¿Se podría pensar en una cierta pasividad? Este problema lo podemos advertir en todo tipo de enseñanza, ya que es el formador el que plantea preguntas, que difícilmente van a ser interpretadas; sobre todo, frente a una problemática que a priori no es de la incumbencia de los alumnos. Por tanto pienso que organismos como Transportes o Trafico, en mi opinión; podrían definir los programas, más por la calidad que por la cantidad; programas en los que el alumno fuese más participativo; al mismo tiempo, teniendo en cuenta sus motivaciones, el grado de conceptualización y el contexto en el que están situados; pero esto no depende solo de estos organismos, sino también de los enseñantes, que no deben utilizar pedagogías de la adivinanza; reconozcamos que la mayoría de las veces utilizamos preguntas que consisten en que el alumno diga lo que nosotros queremos oír, son como unas reglas de juego, donde se plantea una pregunta, y obtenemos una respuesta concreta, cuestión que no comparto; pues bien en el caso que nos ocupa, debemos abandonar esa enseñanza plana, dogmática, una pedagogía en la que el mayor tiempo lo ocupa la palabra del formador, como si de una meta se tratara; e intentar hacer más participativo al alumno, e invitándole a que haga uso de su capacidad de pensar, que además, en el caso que nos ocupa, un colectivo adulto, está más preocupado por la cuestión económica, y por aquello que consideran una pérdida de tiempo. Por lo que tenemos que reflexionar y pensar sobre que preguntas planteamos; preguntas como: ¿estás seguro de tu respuesta?; "Preguntas abiertas", sobre un tema general: ¿Cómo explicarías eso?; "preguntas cerradas", con solo una respuesta: ¿Cómo se llama eso? y "preguntas incitantes", que invitan a la búsqueda de un argumento: ¿Qué harías en esta situación? Luego para un formador implica una mínimo reflexión, sobre todo en la confrontación de opiniones diferentes y la incitación a la búsqueda y acción.

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