PERIODISMO DE IMBÉCILES

En la guerra sin cuartel por las audiencias que libran las televisiones parece que todo es legítimo

En la guerra sin cuartel por las audiencias que libran las televisiones parece que todo es legítimo y cualquier maquillaje, manipulación o histrionismo, están legitimados. En su batalla por atraer y fabricar tontos recurren a cualquier munición, saltándose todos los límites de la lógica, la inteligencia y el sentido del ridículo. Que en verano haga calor no es una noticia de apertura de telediario; no es ni tan siquiera una noticia que haga mucho calor. Que en invierno nieve abundantemente, idem de lo mismo. Pero las televisiones necesitan contarnos a diario el apocalipsis, sea en forma de meteorología adversa o de cualquier otra amenaza, más o menos infundada. Se acompaña la noticia con música de tensión, totalmente cinematográfica, o de carácter épico, si algún evento político quiere tratarse como un acontecimiento trascendental para la historia del país. El objetivo es mantenernos de continuo en una narración peliculera de buenos y malos, cataclismos y amenazas, para que seamos espectadores fieles. Acrecentar el morbo, vender carnaza hasta el paroxismo, crear un mundo paralelo al real. Se trata de un periodismo que hace ficción con la realidad, fabrica noticias que son una impostura y le va marcando los tiempos a los actores del poder político y judicial. En este crescendo de imbecilidad, por ejemplo, ante la imposible imputación de un político por el Tribunal Supremo en octubre, mandan a un pobre corresponsal en los primeros días de agosto a montar guardia en la puerta de la sede del citado tribunal, y le hacen en directo cuando se emite la noticia en el informativo. Si en Barcelona aparecen unas grabaciones de los terroristas de las Ramblas, mandan a otro periodista, lo colocan en cualquier espacio público de la ciudad y le hacen entrar en antena igualmente. Pero lo peor de este rosario de gilipolleces es que se fabrica un público que acepta estos histrionismos como lógicos y válidos, y se acostumbra a un tipo de narración periodística falsa e intolerable. El cáncer contagia ya los estilos comunicativos de algunos políticos, como el nuevo presidente del gobierno -otro caradura y oportunista-, quien se ha atrevido a decir que su mandato ha inaugurado una "nueva época". Le faltó poner de fondo una música grandiosa, épica y grandilocuente, mientras lo decía. Periodismo y comunicación de imbéciles y para imbéciles.

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