NO PERMITAMOS QUE SE NOS OLVIDE

Y es que no habíamos hecho residencias, habíamos hecho verdaderos páramos

En una de tantas conversaciones sobre lo que estamos viviendo comenté que este era un año para olvidar y la compañera con la que mantenía la conversación me dijo muy sensatamente: "No, al contrario, lo que hay que hacer es no olvidar jamás lo que ocurrió en el 2020". Y, sin duda, así es. Y lo es no sólo porque podamos vivir un nuevo episodio de pandemia en un horizonte no muy lejano sino porque este episodio nos ha dado, y sigue dándonos, una información valiosísima sobre el país que tenemos, sobre la sociedad que somos y sobre cada uno nosotros: Porque la Covid-19, a través de miles de dramas vividos por quienes están, o estuvieron, en centros residenciales y sufridos por quienes los teníamos constantemente en nuestro pensamiento deseando poder volver a verlos, nos ha dicho que el sistema de asistencia y protección a los mayores que habíamos creado es un sistema fallido. Y es que no habíamos hecho residencias, habíamos hecho verdaderos páramos y los habíamos llenado de personas que, salvo unos pocos afortunados, no pueden valerse por sí mismos ni pueden contar cuanto les ocurra, y todo ello, y en demasiadas ocasiones, mediando un precio que supone un verdadero sacrificio familiar. Porque esta enfermedad, al cerrarnos los colegios y centros de asistencia de día, nos ha contado que a este país le quedaba mucho por aprender sobre la verdadera conciliación entre los deberes laborales y familiares porque, siendo cierto que hemos sido muchos los afortunados que hemos podido acceder al teletrabajo gracias, en su grueso, a la sensibilidad mostrada por las Administraciones Públicas, también lo es que la alternativa del teletrabajo era tan insignificante que no ha podido dejar de serlo. La verdadera conciliación solo se identifica con el verdadero sistema de trabajo flexible y hacía él debemos de dirigirnos como arma contra esta constante caída de la natalidad que nos apremia. Porque esta poliédrica crisis, al demandarnos, sin contemplaciones, eficientes respuestas en todos los ámbitos y niveles, nos ha mostrado que sólo son dos los caminos: centralidad o descentralización desde la unidad. Porque una descentralización incapaz de anteponer, cuando se necesite, las circunstancias e intereses del todo a las circunstancias e intereses de las partes, como una descentralización que va creando sociedades dentro de la sociedad y privilegios dentro de lo común, ni nos vale ni nos puede valer porque, como tantas voces nos han dicho, es la unidad la que trae la fuerza y el mundo que viene viene exigiendo mucha fuerza. Y porque este trance, al dejarnos como el país para el que, no pocos, auguran una de las peores recuperaciones de esta gran crisis económica en la que el mundo ya está inmerso, nos ha enseñado que apostamos por ignorar lo que nos mostró la crisis de 2008 y perdimos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios