Junio no está siendo un buen mes para el PP de Pablo Casado y de Moreno Bonilla a causa de sus líos internos y, también, por su extraña e interesada relación con la ultra derecha, a la que cogen de la mano con mucha frecuencia. El calvario 'popular' en este caluroso mes de junio comenzaba con la imputación de la exsecretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, a la que Casado debe la presidencia del partido. Un juez de la Audiencia Nacional considera que puede estar implicada en una trama de espionaje a través de la operación Kitchen, una más del PP que Casado considera futuro, pero que, a su pesar, sigue estando muy, pero que muy presente.

El líder nacional del PP, muy vinculado en Almería con el futuro número uno provincial, trata de huir hacia adelante, con todo, pero no puede. Ni puede dejar atrás lo que considera pasado de su partido ni puede dar de lado con su relación actual con la ultra derecha. Su mini manifestación de Colón, la carrera frenética por recoger firmas contra los indultos, su afán de estar pero de esconderse para parecer que no está; todo es un fracaso. La imagen de Casado es la de una persona impotente. No asume que el PSOE le haya ganado y que gobierne y que, en este caso concreto, esté dialogando para tratar de solucionar lo que no fueron capaces de reconducir los dirigentes del PP y lo que nos llevó hasta la convocatoria de un referéndum con Mariano Rajoy como protagonista histórico de la pasividad y de la indolencia.

Mientras Casado huía de tapadillo de Colón, Ayuso involucraba de manera incomprensible al rey en este asunto y volvía a poner sobre la mesa su más profundo desconocimiento de la Carta Magna y del papel del jefe de estado. La laureada y aclamada presidenta madrileña por sus compañeros de partido volvía a sumir al PP en un error que salpicó a Moreno Bonilla, quien impuso la Medalla de Oro de Andalucía a Felipe VI y no fue capaz de rectificar el desacierto de su compañera.

El papel del PP está siendo todo un fiasco y lo camuflan con inflados titulares sobre encuestas a las que se agarran como a un clavo ardiendo. Pero la cara real del PP es la del partido que ha abandonado el Pacto de Estado antitransfuguismo y de quienes no asumen el dictamen de la comisión de expertos que considera que lo ocurrido en Murcia y la actitud del PP para salvar la moción de censura en esta comunidad es un claro caso de transfuguismo.

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