República de las Letras

PRISCILIANO

Aún a día de hoy existe la controversia de si es Prisciliano o Santiago el enterrado en Compostela

Hablaba yo la semana pasada del Camino de Santiago. La Leyenda Jacobea por la que el apóstol viajó a la Península Ibérica a predicar la nueva religión cristiana, con el añadido de una aparición de la Virgen en Zaragoza -el Pilar-; que en vista de su fracaso volvió a Palestina y fue ejecutado, y que su cuerpo fue traído por sus discípulos a Galicia en una barca de piedra que atracó en Iría Flavia (Padrón), siendo enterrado donde el obispo Pelagio descubriría su sepulcro siete siglos después gracias a unas luces -de donde Campus Stellae, Compostela-, es del todo disparatada. Respondía más bien a la intención de sacralizar aquella zona, que ya era, desde siglos antes, lugar de peregrinación. Y es que por allí, en efecto, siempre se supo que se había enterrado a un hombre santo.

Se trataba de Prisciliano, nacido en la Gallaecia hacia el 340. Nombrado obispo de Ávila, fundó una escuela ascética rigorista, pero libertaria, precursora del movimiento monacal, que se opuso a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica y la unión política de Iglesia Católica e Imperio Romano, nombró doctores laicos y permitió la presencia de mujeres en reuniones teológicas. Acusado de herejía en el Concilio de Tréveris, Germania, en presencia del emperador, confesó mediante torturas. Pero Martín de Tours y el papa Dámaso se opusieron a que fuese condenado por herejía, pues eso conllevaba la confiscación de los bienes de su diócesis. Acusado entonces de magia y brujería y de prácticas astrológicas, delitos que conllevaban la confiscación de solo su patrimonio familiar, fue decapitado. Prisciliano se convirtió así en el primer ejecutado por herejía en la historia de la Iglesia Católica, encabezando una larga, larga lista. Su cuerpo, traído por sus discípulos, fue enterrado en Galicia, donde sus teorías, sin embargo, se extendieron -once de las doce diócesis gallegas fueron priscilianistas-. Uno de sus más furibundos detractores fue Agustín de Hipona. Hasta que, oh, milagro, el obispo ortodoxo Pelagio anunció en el siglo IX el hallazgo de la tumba de Santiago, lo que acabó definitivamente con la doctrina del hereje-mártir.

La controversia sobre si es Prisciliano o Santiago el enterrado en Compostela ha sido permanente desde entonces. Pero nunca se ha permitido hacer la prueba del Carbono 14 a los restos de Compostela para comprobar si se trata de un ser humano del siglo I… o del V.

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