La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pablo se jugaba más y pierde más

A Iglesias sólo lo salvaba como líder de Podemos una coalición de Gobierno con el PSOE: ha perdido la ocasión

Objetivamente el gran perdedor de la investidura frustrada es el candidato a ser investido. Los números no mienten. Casi son los únicos que no mienten: 124 votos a favor, 155 en contra y 67 abstenciones. Una derrota sin paliativos. Pedro Sánchez quería ser presidente del Gobierno de España cuatro años más y ahora sólo lo es en funciones.

Pero como líder político es Pablo Iglesias, su socio preferente, quien más pierde. Porque se jugaba más en el combate. Pedro quizás deje de presidir el Gobierno, o quizás no, pero seguirá siendo el secretario general del partido más veterano y sólido de España, y el más votado en abril y mayo, que ahora es un partido moldeado a su imagen y semejanza, cuyo liderazgo ostenta sin discusión. Además, en su caso, ha resucitado tantas veces que nadie puede asegurar que este fiasco de la investidura vaya a suponer su ocaso definitivo.

Iglesias es otra cosa. Iglesias se jugaba mucho más en esta jugada política. Más bien su supervivencia como líder. Después de haber llevado a Podemos a la antesala de los cielos ha ido dilapidando lo más sustancioso de su capital a base de purgas, ensimismamiento, culto a la personalidad, dinastías, chalé y asamblearismo controlado. Su poder territorial es ya mínimo, las mareas y confluencias recelan de su figura y en materia electoral no deja de retroceder desde 2016. De modo que entrar en el Gobierno de coalición se había convertido para él en una tabla de salvación. La única justificación para su liderazgo: cada vez nos votan menos, pero tenemos ministros (y hasta vicepresidenta: aquí mi señora).

Todo lo ha tirado por la borda. Le ha ayudado Pedro Sánchez, ciertamente, pero ha sido suya -ya le critican desde IU y otros compañeros de fiasco- y sólo suya la decisión de rechazar cuatro o cinco carteras ministeriales, que serán más o menos importantes y mejor o peor dotadas de medios y poderes, pero te permiten sentarte en el Consejo de Ministros y participar en la toma de decisiones. Gobernar. No sería una coalición auténtica como la que vemos en Alemania, pero llegar al Gobierno con cinco o seis años de vida ya es un triunfo.

Esto no ha sabido verlo Pablo. Un curioso ejemplar político: bien dotado intelectualmente para lo que es la media de la profesión y buen tribuno, pero un pésimo estratega. Siempre se equivoca en los momentos decisivos. Está en la cuenta atrás y se empeña en acelerarla. Ahora ha perdido una ocasión que tal vez no se le presente más.

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