Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

Palabras (y esperanzas) para 2021

La RAE y la Fundéu, ahora fusionadas, se limitan a perseguirnos con la corrección idiomática y juegos florales

La Fundéu es una de esas peculiares instituciones que solo pueden existir en un país como España. Surgida en 2005, fruto de la colaboración entre la Agencia EFE y el BBVA, se concentra en velar por el uso normativo de la lengua española. Dados sus orígenes, presta detenida atención al empleo idiomático de los medios de comunicación. En estos tres lustros ha cumplido con holgura esos cometidos. Hoy es un referente reconocido -e indiscutido- de autoridad lingüística, hasta el punto de que la propia RAE acordó reconvertirla en un fundación en el ya pasado 2020. De manera que la institución académica en la práctica delega la vigilancia de la corrección normativa sobre la Fundéu, con lo que se inhibe de una de sus principales funciones sociales sobre el uso lingüístico, para dejarla en manos de una entidad, respetada, pero privada.

La iniciativa, no por desprendida, deja de tener sus inconvenientes. La obsesiva fijación en la corrección normativa del idioma restringe las preocupaciones sobre la vida lingüística de las sociedades. Hace décadas que los estados avanzados trabajan en la gestión global de la realidad lingüística que queda bajo su administración. Es lo que se conoce como planificación lingüística. La norma es solo una de sus tareas, a la que cabe agregar otras, desde cohesionar la convivencia lingüística hasta programar su difusión internacional. Por supuesto, esta es una encomienda cuya responsabilidad compete a los estados.

Lamentablemente, en el caso español carecemos de un organismo especializado en esos cometidos. La RAE y la Fundéu, ahora fusionadas, se limitan a perseguirnos con la corrección idiomática y a organizar juegos florales varios. La conclusión del año suele traer uno de los más conocidos y emblemáticos, al elegir la palabra que quiere resumir el ciclo anual que concluye. En esta ocasión ha sido "confinamiento", quizá un denominador común amplio para abarcar 2020, aunque también insuficiente. En el año que concluye, y en el que acaba de comenzar, merecen un reconocimiento explícito quienes nos están ayudando a salir adelante: "sanitarios", "servicios esenciales", "trabajadores que atienen al público", "fuerzas armadas", "docentes", "científicos"… Sencillamente, una sociedad debe rendir gratitud a quien le presta servicios cruciales, sobre todo en los momentos más delicados. También es verdad que, encerrados en su torre de marfil normativo, ni la Fudéu ni la RAE están en condiciones de cogerle el pulso a la realidad social

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