Fernando Mendoza

Arquitecto

Palmera 38: Como se genera un monstruo

La Palmera debería estar protegida y mimada porque es una parte importante de la imagen de la ciudad y un testimonio del urbanismo de los años veinte del siglo pasado

Palmera 38: Como se genera un monstruo.

Palmera 38: Como se genera un monstruo. / M. G.

CREO que todos estaremos de acuerdo en que la Avenida de la Palmera es la vía pública más querida y admirada de Sevilla. La avenida se inició en 1884, aunque experimentó un ensanche para la Exposición Iberoamericana de 1929, transformándose en el eje del evento. Alojó a los pabellones del Aceite, Cuba y República Dominicana. La Palmera, con su amplitud y su arbolado supone un magnífico contrapunto al denso casco antiguo de la ciudad.

Su urbanización respondió vagamente a los criterios de ciudad-jardín, movimiento inglés creado por el urbanista Ebenezer Howard que proponía, muy en la línea de los criterios actuales, una fusión entre la vida saludable, naturaleza y trabajo.

A partir de su creación, importantes arquitectos sevillanos como Aníbal González, Juan Talavera, Vicente Traver o Gómez Millán, diseñaron sus edificios, transformándola en un auténtico museo de arquitectura. La Palmera debería estar protegida y mimada por las administraciones correspondientes porque es una parte importante de la imagen de la ciudad y un testimonio del urbanismo de los años veinte del siglo pasado. Sin embargo, desde hace años la Palmera está prácticamente abandonada por el Ayuntamiento.

Su imagen arbolada de casas bajas con grandes parcelas ajardinadas está cambiando aceleradamente por una concatenación de medidas, a mi entender, difícilmente comprensibles que está desfigurando su imagen histórica y llenándola de “artefactos” entre ellas varias residencias de estudiantes.

En la ampliación del Conjunto Histórico de Sevilla, solo se protege la acera Este, dejando a la opuesta sin protección alguna por parte de la Junta de Andalucía. Esto merece una explicación porque la Palmera es única y sus dos fachadas son igualmente históricas y merecen la misma protección.

La ordenanza de edificación para la Palmera es de Ciudad Jardín, con baja densidad y protección del arbolado. Sin embargo, el Plan General permite multiplicar la edificabilidad para los equipamientos privados, entre los que se encuentran las residencias de estudiantes. Es evidente que existe una contradicción entre las dos normas. Sin embargo, el Plan General tiene un artículo que resuelve esto:

“En estos casos (de contradicción) prevalecerán los siguientes criterios para disipar las dudas interpretativas que pudieran presentarse: la menor edificabilidad, los mayores espacios públicos, el mayor grado de protección y conservación del patrimonio cultural, el menor impacto ambiental y paisajístico y la menor transformación en los usos y prácticas tradicionales.”

Alguien deberá explicar por qué este artículo se ha aplicado al revés, es decir autorizando mayor edificabilidad, cero grado de protección, dado que la edificación tradicional que existía se ha derribado, mayor impacto ambiental y paisajístico y mayor transformación de los usos y prácticas tradicionales.

Mediante la iniciativa de los arquitectos Gómez Estern, Ferrari y Queraltó, a la que se unieron la práctica totalidad de las asociaciones culturales sevillanas, se consiguió que el Ayuntamiento suprimiera los polémicos artículos que permitían los incrementos especulativos de edificabilidad. El mismo día que se eliminaban se concedió licencia de obra a una residencia de estudiantes para 400 plazas en Palmera 38 que multiplica por cuatro la edificabilidad concedida a la parcela por el Plan general. Merecemos una explicación para no pensar que se trata de prevaricación.

La licencia de obra autorizaba a la tala de un importante arbolado que, según el propio Plan General, necesita una licencia previa para ser eliminado. No existe tal licencia, se han perdido los árboles de gran porte cuando algunos, incluídas palmeras, podrían haber sido trasplantados. Esto es ilegal y merece una sanción a los responsables.

Todo este conjunto de decisiones absurdas, erróneas o mal intencionadas, han creado un edificio fuera de escala, ajeno a la tradición de la Palmera y, a mi entender, completamente ilegal. Podríamos terminar con el viejo dicho “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.

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