La cuarta pared

Pan y circo

Un lugar en el que abstraerse de la vida cotidiana y de la rutina, para ser parte de la épica aunque sea por un instante

Hay cosas que no cambian por más siglos que se sucedan en el timeline de la humanidad. Desde que el ser humano dejó de ser una especie común a todas las demás, preprogramadas para pasar su existencia transmitiendo su carga genética a la siguiente generación hasta el siguiente accidente evolutivo, la búsqueda del sentido de la vida ha marcado y forjado el resto de las características que definen la condición humana.

Al hombre ya no le basta con llegar a ver un nuevo amanecer. Aparecen apetitos y deseos que trascienden la mera satisfacción de las necesidades fisiológicas. Unos pocos sentirán la necesidad de buscar respuestas, otros ambicionarán romper límites o dejar huella y los más, sentir en carne propia el orgullo de pertenencia a un grupo o familia asumiendo como propias las virtudes de unos pocos héroes elegidos.

Viendo los anfiteatros romanos que aún hoy se conservan después de casi 2000 años, se hace difícil no sobrecogerse ante la fastuosidad e inmensidad de estas construcciones que podían albergar en su interior a decenas de miles de almas concentradas en torno a una acción central, ficticia, simulada o representada, por muy visceral y primaria que esta pudiera ser. Un lugar en el que abstraerse de la vida cotidiana y de la rutina, para ser parte de la épica aunque sea por un instante y en la piel de otro. El Coliseo Romano, con sus cuatro pisos arquitrabados, cada uno de ellos resuelto con un orden clásico (dórico, jónico, compuesto y corintio) es un claro ejemplo de que a estos templos de la frivolidad se les dedicaba la mayor de las atenciones y sin límite de recursos.

Tanto de lo mismo se puede apreciar en los monumentales cosos taurinos, evolución ibérica de los coliseos romanos o en los más actuales estadios deportivos que han venido a rellenar el necesario hueco que la sangre y la muerte han dejado, para ser sustituidos por sudor y batalla, pero que desata los mismos instintos primarios, tan necesarios para la especie.

Estamos en año de mundial de fútbol y a nadie escapa que este es especial por razones más políticas que deportivas. A la vista de los estadios que se han levantado (alguno para ser desmantelado una vez finalice el evento), ecosostenibles, igualitarios e integradores, no me queda duda de que seguiremos por muchos siglos erigiendo estos coliseos para mayor gloría de nuestra era frente a las pasadas, tan primitivas, tan burdas… tan iguales.

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