Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Pan duro

Por desgracia se mantiene una tradición de maltrato a quienes no debieran recibirlo

Yéndose la vida. Cambio como hemos sentido e imbuidos en un fuego interno que te hace ser sospechoso perpetuamente queda, seguir royendo. Pan duro, como el que toda la vida hemos tenido que comer, porque el blando ha estado prohibido, o eso al menos siempre he pensado, ya que he preferido quitármelo y ofrecerlo que satisfacerme con el mismo.

Lo más duro, no es el pan, sino la forma de administrarlo, de mordisquearlo. Deglutir la piedra dura de la corteza, sintiendo las aristas desgarrándote en ese paso obligado por el esófago. Saciar no sacia, pero al menos alimenta. Saber sabe a rancio, pero al menos te mantiene.

Ha sido mucho el pan duro que hemos comido estos meses, y mucho el que habremos de entregarnos a deglutir cuando toque, y aunque suene a maná del Cielo, al menos algo hemos de llevarnos algo bueno que rellene el mismo, que lo ablande y que lo haga una delicia. Es una cuestión que no debiera repetirse, ni siquiera poder presumir de ello, porque entiendo que en las desgracias uno se reinventa, pero no estamos aquí para hacer pasar a los demás, lo que tuvimos que pasar, ni siquiera un atisbo de lo mismo.

Echo vista atrás y contemplo qué ha sido la vida. Los hechos se repiten y alguien en algún lugar pretende mantener lo ilógico como normal, y lo lógico como algo anormal. Contemplo absorto los hechos recientes. Por desgracia se mantiene una tradición de maltrato a quienes no debieran recibirlo. Quizá es el último vestigio de inhumanidad para intentar defender lo indefendible. Considerando la situaciones pasadas y vividas, todavía podemos mantener una mirada al frente, al habernos mantenido erguidos cuando el tercer round se acercaba a su final.

Noqueados no hemos quedado, ni tirados en la lona, aunque hayamos tenido la visión alterada, borrosa y nublada, pues allá donde se miraba, no se encontraba claridad sino que todo se emborronaba y taladraba la realidad hasta hacernos perder por momentos el sentido de la orientación mientras el vórtice nos engullía.

En medio del asedio una frase que me asaltó en el máximo momento,"nada tienes, nada pierdes" que ahora que lo pienso, suena y es egoísta, porque sí pierdo y he perdido mucho y mucho más dejaría atrás si finalmente hubiera acabado machacado contra la lona. Comenzó el cuarto round, al sonido de la campana.

Vuelvo a sentarme en mi esquina.

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