El pasado 15 de octubre, el Congreso convalidó el Real Decreto-ley 31/2020 por el que, para sortear los trastornos que genera la Covid-19, se permite que las CCAA determinen las condiciones en las que pueden promocionar los alumnos de Primaria, Secundaria y Bachillerato, aún sin necesidad de aprobar un número determinado de asignaturas y señalando expresamente, además, que "la repetición se considerará una medida de carácter excepcional".

Obviamente, tal disposición, que prolonga el régimen especialísimo del pasado curso, ha provocado la reacción airada de la mayoría de asociaciones relacionadas con la enseñanza. Para ellas, el texto conlleva una nueva rebaja en la calidad de nuestro sistema educativo, ya suficientemente destrozado por sus múltiples reformas.

Tienen razón. Lejos de estructurar una respuesta inteligente al desafío que supone la enfermedad, nuestras autoridades han optado por lo fácil: si no podemos formarlos con normalidad, que aprueben todos y así anulamos los efectos del virus. También, de paso, adelantamos en el logro de una vieja aspiración del progresismo docente: la tontería esa del conocimiento adquirido y de los exámenes superados, por rancia y antiigualitaria, ha de desaparecer de nuestras aulas. No incomodemos a los discentes, corrijamos las desigualdades que la naturaleza -necia y carca- introduce y unifiquemos el nivel de todos a la baja. Buenismo puro. Todo muy lindo si no fuera porque al final pierden los de siempre, los desfavorecidos social y económicamente que, en posesión de títulos devaluados, tampoco podrán acceder a los carísimos suplementos (másteres, certificados, cursos) que ayudan a configurar un currículo válido para conseguir un puesto de trabajo. La experiencia universitaria demuestra cuán desigualador termina siendo ese presunto igualitarismo engañoso, artificial e inútil.

La fórmula, indica la psicóloga Sofía Morán, es en realidad sencilla: "Es inversión, es formación del profesorado, bajada de ratios, más docentes y mejor preparados, es atención a la diversidad, es reforzar la formación online y su acceso a todos los estudiantes, la personalización del aprendizaje…". Haga justo eso, señora Celaá, y mantendrá a nuestros jóvenes a salvo de la ignorancia y del fracaso. Prepárelos para el mundo real. Recupere la importancia del mérito, del esfuerzo y de la excelencia y derrotará a la verdadera pandemia que esta matando el alma de nuestros críos.

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