Paréntesis y conjuradero

Se cierra un singular paréntesis de agosto y el otoño busca "conjuraderos" para espantar las tinieblas

Aunque este verano, que ya aminora su brío de luz cuando las tardes cambian antes el color de las horas, se parezca poco a cualquier verano precedente de las últimas décadas, cierto es que comparte la naturaleza de paréntesis, para poner solución de continuidad, interrumpir, el curso más ordinario, por menos ocioso o vacacional, del tiempo. Si bien las limitaciones y restricciones que impone la pandemia -y el descuido, el descontrol, el incivismo- llevan a desnaturalizar los hábitos de este tiempo, es verdad que el recuerdo -tan cercano, tan intenso- de lo pasado desde marzo y el porvenir -tan incierto, tan inestable- que se abre en pocos días, en septiembre, con el anticipo de la multiplicación de contagios, ingresos y muertes -no se olviden-, han acrecentado, precisamente, la necesidad de vivir unos días robados al negro barrunto de lo venidero.

No es cuestión de parangonar el estado de alarma con el estado de vacaciones, pero el fin del confinamiento, con el alivio de la estadística y la menor contabilidad, siempre relativa, de las desgracias, animó a recuperar la vida ordinaria para que, además de estimar el desconsiderado valor de lo cotidiano, la dialéctica entre la salud y la economía encontrara un desenlace algo equilibrado. Ni siquiera han hecho falta serpientes al verano y la notoriedad de algunos hechos o situaciones reales -sin doble sentido- no lleva, por evidente, a tramoyas fantasiosas. Y es que estas tienen poco sentido cuando al bicho inmundo del coronavirus se une el desmán de los mosquitos con las fiebres del Nilo, como si las plagas su hubieran cebado para confirmar el mal pronóstico que la paremiología atribuye al curso de los años bisiestos.

La semana que viene, postrera de agosto, comenzará el regreso de los gobernantes y la actividad se intensificará con el apremio. El comienzo del curso escolar, que marca o señala otras reanudaciones, se convertirá en asunto crítico porque las regulaciones del aforo, la distancia física, el uso de la mascarilla, la composición de los grupos y todas esas medidas preventivas hasta ahora dispuestas tendrán que adecuarse a una situación que no se ha podido anticipar ni ensayar porque desde marzo la actividad educativa ha sido "no presencial". Se cierra el paréntesis, entonces, y que el otoño nos asista con la pátina serena de los crepúsculos, libres de la dañosa oscuridad de las tinieblas, como se invocaba en los "conjuraderos" de las iglesias románicas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios