De reojo

JOSÉ maRÍA REQUENA COMPANY

Parlem sin parlament

Tal vez exagere si me da, pero es que me da, que la burda trampa del parlem, sin Parlament, nos retrotrae a otros tiempos

Algo inquieta, la puesta en escena de esa novedosa mesa de diálogo, que propone sentar a tres partidos mal contados, a fin de explorar opciones y dialogar sobre la «raíz del conflicto político en Cataluña», mientras que otras «comisiones bilaterales» traten sobre financiación e infraestructuras, según alardeó Q. Torra. Y no va de farol porque, según parece, en ella se abordará una «negociación real, para hablar de las raíces del conflicto político catalán que van de democracia, de derechos fundamentales y de ejercicio de soberanía», como pontificó luego el fugado C. Puigdemont, para rematar. Y al margen ya de su triste percepción como un peaje más a los indepes catalanes por la gobernanza sanchista, alarma la puesta en marcha de todo un entramado institucional entre dos poderes ejecutivos oficiales, y sus halcones "bilaterales", donde se parle de todo, vale, aunque todo, al margen del Parlamento y de sus plenarios, de sus luces y de sus taquígrafos, de sus comisiones parlamentarias y sin dar ni chance, ni voz, ni voto, al resto de los diputados elegidos en los comicios nacionales. Porque esa mesa es para que parlen, a su aire, solo los invitados a ella, libres de los engorros que gusta causarles la jaula de grillos bicameral, inventada hace siglos, justamente, para parlamentar de derechos, obligaciones y de los conflictos de la convivencia. Una opción, pues, ésta de la mesita del reservado, sin duda malsana para la salud parlamentaria porque desprestigia la razón de ser, la función legal y hasta dignidad del sistema democrático representativo que emana de la Constitución. Además de una frivolidad política, otra más, que cuestiona la vitalidad misma de un Parlamento al que se da apariencia de fatigado e inoperante, favoreciendo la desconfianza pública en unos políticos, que parecen empeñados en dar la razón a quienes les acusan de falta de representatividad e incompetencia. Tal vez exagere si me da, pero es que me da, que la burda trampa del parlem, sin Parlament, nos retrotrae a otros tiempos y derivas del tiempo de entreguerras en el siglo pasado, cuando no era raro que algunos ejecutivos ningunearan a sus Congresos porque sus líderes se sentían más cómodos gobernando a golpe de discursos en vez de parlar, contrastar ideas y soluciones entre el, a veces bronco y otras embarullado, pero siempre necesario, ritual parlamentario. Exagero, ojalá, pero pintar, ay, lo pinta.

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