Paro bien, empleo mal

Tras la crisis, con las plantillas reducidas al mínimo, un aumento de la actividad requiere contrataciones

Enero, el mes de conocer los resultados del año reciente terminado e intentar, con ellos, aventurar el discurrir del nuevo. Para los romanos estuviera dedicado a Jano, el dios bifronte. Vienen bien ambas caras para evaluar los datos de paro y empleo de 2017. En nuestra provincia, la cara A dice que el desempleo cae por debajo de 60.000 parados, concretamente a 58.716. No ocurría desde hace nueve años. En 2017 el paro bajó en 3.463 personas. Viene a ser 10 parados menos al día. La cara B, por contra, dice que la reducción es la menor en tres años. En 2016, como comparación, se redujo en más de 7.000 desempleados. Y eso sucede pese a la tan celebrada temporada turística, sector que ha registrado 60.000 contratos de camareros; a la reactivación de la Construcción -en los tres primeros meses del año se han vendido un 41% de viviendas más que en 2014- o el sector agrícola que se mantiene pujante. La conclusión sobre el paro sería, por tanto, que ha ido bien y es previsible se siga reducción, aunque en cifras no superiores a la de este año. Lo que además, es normal. Tras las crisis, con las plantillas reducidas a mínimo, un aumento de la actividad requiere inmediatas contrataciones. Tras estas, el aumento del empleo, no solo que crezca aún más la actividad sino que ni con las horas extras sea suficiente. Siguiendo con las dos caras. Hay una A en afiliación a la Seguridad Social y una B en calidad del empleo. La parte positiva explica que con 288.000 afiliados, la Seguridad Social en la provincia alcanza su máximo histórico. Son 8.500 cotizantes más. Pero la mala calidad del empleo creado en España ha sorprendido por ser, incluso, peor de lo esperado. En Andalucía, por ejemplo, se necesitaron 50 contratos para aumentar un afiliado a la Seguridad Social. Nuestra provincia es de lo mejor de la Comunidad y "solo" necesitó 41 contratos de trabajo por afiliado. El 6% las contrataciones fueron indefinidas y se puede llamar éxito, vistos los años anteriores. El desafío para 2018 y sucesivos está en la calidad del empleo. Los empleos temporales están peor pagados y mal protegidos. El gasto en prestaciones por desempleo se reduce, pero porque las continúas entradas y salidas en el paro hacen más difícil reunir el período mínimo necesario. En definitiva, hay que luchar contra ese fraude masivo que suponen contratos temporales en ocupaciones permanentes.

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