Y SIN EMBARGO...

Antonio Mª / Fernández / Deportes@elalmeria.es

Partido trampa

Los pupilos de José Antonio Camacho casi ni se acuerdan de lo que es conseguir un triunfo en Liga

EL partido que hoy mide a Osasuna y Almería me recuerda peligrosamente a uno que el cuadro rojiblanco jugó la temporada pasada. Precisamente, en la jornada once, el por entonces equipo de Unai Emery visitaba el Ciudad de Valencia para medirse a un Levante que todavía no conocía la victoria. Aquel encuentro terminó con la derrota del cuadro almeriense por tres goles a cero. Es por esto que creo que el partido de esta tarde en el Reyno de Navarra es un partido trampa; sí, uno de esos encuentros en los que, a priori, hay mucho que perder y poco que ganar. Y es que Osasuna, con cinco puntos y tres goles en once jornadas, es, con holgura, el peor colista de toda Europa. Así, parece quedar claro que las necesidades y los ánimos de ambos equipos son del todo contrarios. Por un lado, el Almería, que tras la tempestad y la balsámica victoria frente al Mallorca ocupa una cómoda posición en la tabla; por otro, Osasuna, equipo que necesita los puntos como el comer y que se ha tomado el partido de esta tarde como una auténtica final. De hecho, a lo largo de toda la semana, la afición navarra ha visto el envite como el momento idóneo para cambiar el rumbo. El encuentro contra el Almería, según ellos, tiene que ser el punto de inflexión. Así, y porque me consta cómo está el patio, más que nada porque llevo aguantando el llanto rojillo desde que arrancó la temporada, sostengo que es Osasuna quien parte como favorito en el partido del Reyno. Y precisamente de esta circunstancia es de la que pienso se beneficia el equipo de Gonzalo Arconada, ya que no creo que los pupilos de José Antonio Camacho estén preparados para interpretar el papel de ganador cuando casi ni se acuerdan de lo que es conseguir un triunfo en Liga. Y como todo lo que va mal es susceptible de ir peor, creo que el Almería debe aprovecharse de las circunstancias de un Osasuna que, aún sabiéndose con la necesidad de puntuar, hace gala de no tener ni la más remota idea de cómo hacerlo.

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