Francisco García Marcos

Paula Dapena no está sola

A veces los docentes acuden a mensajes con ejemplos deliberadamente exagerados durante sus explicaciones. No hay que interpretarlos al pie de la letra, por descontado, sino que conviene entenderlos como un reclamo, como una forma de subrayar un contenido a través de un contraste extremo. Esa, más o menos, es mi intención hoy y aquí

A nadie en su sano y cabal juicio se le ocurriría exculpar de sus crímenes al doctor Goebbels, escudándose en su decidido apoyo al desarrollo del cine en Alemania. Buena parte de la obra de Leni Riefensthal, una de las grandes innovadoras en ese campo, está indisoluble —e incuestionablemente—unida al mecenazgo oficial del III Reich, con su ministro para la Ilustración Pública y la Propaganda a la cabeza, el terrible Goebbels. La brillantez de algunas acciones no debería servir como amnistía de los rincones singularmente oscuros de las biografías humanas.

Paula Dapena, una joven jugadora del Viajes Interrías FF, se negó a homenajear a Maradona sobre el terreno de juego. Luego, naturalmente, lo explicó con detalle; primero, ante sus compañeras y rivales, después, ante los medios. Sus argumentos fueron claros y explícitos. Al margen de sus innegables dotes como futbolista, Maradona fue especialmente irrespetuoso con los mujeres durante toda su vida. Acusado en repetidas ocasiones de maltrato, pedofilia y adicción a las prostitutas, no reunía precisamente valores personales encomiables, ni en esa cuestión ni en otras facetas de su vida privada. Como Dapena entiende que no se debe disociar lo deportivo de lo privado, su gesto estaba cargado de simbología. Tuvo trayectoria inmediata, por supuesto, con aplausos, pero también con insultos, vejaciones y hasta amenazas de muerte.

Como sociedad deberíamos reaccionar airadamente ante este tipo de actitudes. Para empezar, la futbolista está en el ejercicio de su libertad de expresión. Más allá del acuerdo con su planteamiento (y yo lo suscribo, por cierto) sencillamente tiene derecho a expresarse como estime oportuno. Para continuar, su decisión convendría que nos hiciera reflexionar. No es —o no debería ser—obligatorio idolatrar sin condiciones, ni a Maradona ni a nadie. O de lo contrario, siempre encontraremos un resquicio para callar y mirar a otro lado ante las monstruosidades, de Mardona, de Goebbels, de quien sea. Para finalizar, toda mi solidaridad con quien defiende con valentía una causa, además, justísima. Paula, no está sola.

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