Pedro Osakar, el instante preciso

Su trayectoria artística ha puesto de manifiesto desde un principio los temas principales de su investigación

Humano II. Hábitats. Mediterráneo Centro Artístico sigue la senda de la excelencia con la apertura de la segunda exposición que forma parte del programa de PHotoESPAÑA 20 y que, en esta ocasión, contará con la participación, entre otros, del artista navarro Pedro Osakar (Iruña-Granada), que ha presentado la última serie en la que está trabajando. El público podrá disfrutar de la muestra que estará expuesta a hasta el 3 de septiembre, en horario de lunes a jueves, de 19 a 21.30 horas, sito: C/ Navarro Darax, 11. Almería.

Pedro Osakar, Iruña, Navarra, 1965. Es un artista visual de raza. Catedrático de la Universidad de Granada y Licenciado en Bellas Artes en la Universidad del País Vasco en 1988, es Doctor en Bellas Artes en la Universidad de Granada. Su trayectoria artística ha puesto de manifiesto desde un principio los temas principales de su investigación; el fenómeno del límite, la ambigüedad entre las tradicionales disciplinas del arte y el enfrentamiento a la tarea del arte desde un punto de vista fundamentalmente conceptual y antropológico.

El proyecto Sings, expuesto en Meca Mediterráneo Centro Artístico, presenta una serie de fotografías que establecen a través del espacio urbano la situación del ser humano con respecto al medio que le rodea. Así, los letreros de neón que, en los años 60 se encumbraban al cielo para su conquista, sirven de referencia contextual al sujeto. Un ser humano que busca en medio de los símbolos su correlación con el mund0 que le rodea. Y en esta ocasión, es el espectador quien debe revelar el significado oculto que hay detrás de cada símbolo, de cada concepto, de cada rasgo.

Pedro Osakar es un observador innato que proyecta la luz con su cámara, en busca de la captura del instante. El pasado se torna objeto que vive con el presente y augura la necesidad del discurso del futuro, convidándonos a descubrir en nosotros mismos qué parte de él nos pertenece. Las azoteas de los edificios amenazan con volcar y el fotógrafo yace agazapado detrás del obturador, pendiente de captar todo aquello que está ajeno a los ojos de los seres humanos. Intuye el momento, acciona el botón de cámara y detiene el tiempo, una vez más, para el espectador. Ofreciendo, por un instante, la eternidad que precisa necesitamos para subsistir.

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