Pelea de carneros

Se debería abandonar la política suicida del testarazo e intentar pactar la prórroga del estado de alarma

Si tuviéramos que definir con una imagen la situación política que vivimos ahora, sería la de una pelea de carneros en la que dos machos en celo se arrean testarazos con el único propósito de que uno de los dos quede malherido para siempre y deba retirarse del campo de batalla. No hay piedad, no hay límites, no hay normas que valgan. Si se le puede cornear por la espalda, si se le puede engañar, si se puede azuzar al público contra uno de los contendientes (usando toda clase de objetos contundentes), los dos machos cabríos están muy dispuestos a hacerlo. No hay otra alternativa: el otro carnero tiene que abandonar el campo con la cabeza gacha, aturdido, humillado, sangrando, suplicando el perdón.

El problema es que ahora mismo, tal como están las cosas, la votación de la prórroga del estado de alarma puede dejar a los dos machos con la cornamenta enredada y sin posibilidad alguna de separarse el uno del otro (lo que al final sólo podría causar la muerte por inanición de los dos a la vez). El gobierno se ha quedado sin apoyos parlamentarios por la anunciada abstención de un socio tan caprichoso como ERC (un saludo desde aquí a todos los que aplaudieron con las orejas la nueva mayoría progresista que se sustentaba en el voto indepe). Y por el otro lado, PP y Ciudadanos temen que apoyar a Pedro Sánchez signifique justificar una política que parece encaminarse hacia una peligrosa deriva autoritaria. No hay que olvidar que este gobierno está haciendo un uso diabólico de la manipulación propagandística para justificar su pésima gestión de la crisis, además de estar aprovechando el estado de alarma con fines más que dudosos. Y mientras tanto, el número de parados no deja de aumentar cada día, los contagios se multiplican entre los sanitarios que han tenido que trabajar prácticamente desprotegidos y nadie sabe de dónde va a salir el dinero que el Estado necesita para mantener a una población activa que de repente se ha quedado sin trabajo.

En estas condiciones, unos y otros deberían abandonar la política suicida del testarazo e intentar pactar un acuerdo para la prórroga del estado de alarma. Supervisión parlamentaria, diálogo con la oposición, cese de hostilidades propagandísticas, alto el fuego humanitario. Sería fácil, sería factible, sería lo mejor, pero no se hará. Seguiremos con los testarazos.

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