La cuarta pared

Perdidos

Desde la comodidad de su sofá, hace especulaciones en su cabeza sobre las tres cosas que se llevaría a una isla desierta

Hace más de 10 años acabó, de una forma un tanto controvertida, una de las primeras series de la historia en crear un auténtico fenómeno de masas. Un grupo de personas que, tras el accidente del vuelo 815 de Oceanic, tuvieron que adaptarse a la vida en una isla desierta y consiguieron tener a medio mundo pegado al televisor el día del estreno del capítulo final. Los cliffhanger y los deus ex machina son el leitmotiv de prácticamente cada temporada. Recursos narrativos que se encargan de proponernos situaciones inverosímiles para dejar boquiabierto a cualquiera que, desde la comodidad de su sofá, hace especulaciones en su cabeza sobre las tres cosas que se llevaría a una isla desierta.

Hace un par de semanas comencé a ver por segunda vez la serie Perdidos, con la misma ilusión que en 2005, pero inevitablemente a través de otros ojos. Cuando antes simplemente me obsesionaba con descubrir qué quieren decir los famosos números de Hurley, ahora no puedo evitar ver cada capítulo sin pensar en cómo habrán organizado el campamento en la playa. Mirando a los extras de fondo moverse de tienda en tienda y pensando en cómo han transformado un espacio virgen en una pequeña comunidad con sus zonas bien delimitadas: la consulta del médico, la zona de trabajo para la construcción de una barca, la casa de Sawyer o el huerto de Sun. Los personajes se relacionan en un escenario que ellos mismos transformaron en el momento que decidieron establecerse en la playa.

La colocación de troncos, de telas a modo de cubierta improvisada o simplemente una línea en la arena, crean lugares. Lo que antes era simplemente un espacio, se convierte en un sitio concreto con personalidad propia. Lo mismo sucede al colocar una gran piedra en el desierto, o al encontrarnos un árbol solitario en la sabana, los elementos singulares crean hitos, tanto en la ciudad como en la naturaleza.

Se trata de una urbe temporal pero con carácter propio, muy similar al ambiente que se genera a la hora de montar una feria en una gran explanada o un camping a las puertas de un festival. El ser humano tiende a organizarse para sobrevivir y bien saben de ello aquellos que de jóvenes pasaron algún verano en un campamento de los Scouts creando lugares para cada necesidad. El fuego para cocinar, el charco para lavarse y el agujero en la tierra para defecar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios