"¿Perdona?"

Es curioso que estando en una sociedad tan necesitada de perdón, tengamos tan poco interés en investigarlo

Es curiosísimo que siendo una expresión de lo más corriente en el lenguaje guay (por eso la pongo entrecomillada en el título, pues no es ni de mi uso ni de mi agrado), no exista una tradición investigadora sobre la "psicología del perdón" que vaya más atrás del sexto decenio del siglo pasado. Y, de hecho, la he encontrado gracias al efecto colateral de encontrarnos en la celebración del cuarto centenario de la canonización de san Ignacio de Loyola. Ha sido uno de esos encuentros azarosos que merecen la pena. Es extraño que estando en una sociedad que necesita tanto del perdón, de aprender a pedirlo y de saber recibirlo, tengamos tan poco interés en investigarlo. Es cierto que el mundo del Derecho lo viene trabajando desde bastante más atrás en el tiempo, pero que sólo sea desde el ámbito religioso donde aparece un profundo interés me parece algo profundamente lamentable.

Nuestro mundo ha de ser profundamente laico en sus relaciones humanas, pues existiendo personas que no precisan de la experiencia religiosa, no puede ser de otra manera. Pero el perdón no es algo exclusivamente religioso. De hecho, la palabra perdón está en el diccionario de la RAE…, ¡y no por eso va a ser monárquica! (Disculpadme la broma, pero sólo el sarcasmo me permite evitar mentes obtusas o atolondradas.) Pues bien, indagar un poco en por dónde anda esto de la reflexión sobre el perdón en nuestras tan modernas sociedades, me ha permitido comprender por qué algo puede ser tan actual sin ser estudiado académicamente: vivimos inconscientemente, como en tantas otras cosas, un hecho que está presente (por acción u omisión) en todas las relaciones humanas.

Nos parece adecuado exigirle al reo arrepentimiento de su delito, que no lo vuelva a cometer, que lo reconozca, y que resarza al ofendido de la ofensa. Por ejemplo, así es cada vez que se habla de delitos de terrorismo. Muchas menos etapas se le exige al ofensor cuando la ley lo exime de responsabilidad alguna… pero esto ya es otra cosa que no interesa…; que no interesa al debate de quien gusta de constituciones a las que se les ha escapado aquello de "todos iguales ante la ley", consintiendo la existencia real de seres irresponsables de sus actos entre ellos. Lástima que la escasez de esta experiencia de perdón nos lleve, a tantos humanos, a no experimentar cambios radicales en nuestras vidas. Aquel Íñigo, ahora san Ignacio de Loyola, sí que se atrevió a cambiar

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