Perplejidad de los indultos

La cuestión no está en afianzarse en el poder, o en derrocar al que está en el Gobierno y ocupar su lugar. No es ese el problema

Con el paso de los años empiezo a sentir de diferente manera. Confieso que durante algunos años me invadían las certezas, pero cada vez me siento más dubitativo. Cuando intento tomar alguna decisión, todas mis determinaciones se ven coronadas por un "sí, pero…". Esa sensación de inseguridad se está manifestando ahora con toda su crudeza en el asunto de los indultos. Escucho razones de los que se oponen y de los que los defienden. Pero me temo que ninguno resulta del todo convincente. Incluso da la impresión de que todos los motivos que aducen son más justificaciones de posturas inicialmente asumidas, opciones de base, que resultado de reflexiones realizadas previamente. Es como si ante la pregunta: "¿Está usted de acuerdo con la concesión de los indultos?" se respondiera más o menos a botepronto "sí", o "no" En este segundo caso encuentro interpretaciones de algunas leyes que dificultan o imposibilitan la concesión de los indultos. Pero leo también otras interpretaciones que allanan o recomiendan la concesión. Y junto a las interpretaciones, y en conexión con ellas, veo que se aducen intenciones bochornosas o consecuencias calamitosas, y también se presentan las intenciones más solidarias y desinteresadas y contrarias a intereses egoístas junto a las más bellas y positivas de las consecuencias. Y me llama la atención que con tanta facilidad se hable de intenciones, cuando de internis nemo iudicat, o que profeticen sin ningún tipo de sonrojo y con una seguridad pasmosa. Y no sé si compadecer o envidiar a los que se han lanzado en tropel en un sentido o en otro, al parecer sin pararse a considerar cuál es, en esencia, la naturaleza del problema. La cuestión no está en afianzarse en el poder, o en derrocar al que está en el gobierno y ocupar su lugar. No es ese el problema. Es mucho más serio y de un mayor calado: Hay una gravísima situación en la sociedad catalana. Lo inmediato debería ser plantearnos: ¿Deseamos solucionar el problema? Y en su caso, ¿qué caminos puede haber para resolverlo? Y a continuación: ¿hay alguien que ofrezca alguna solución? Es claro que a la primera pregunta todos contestarán afirmativamente. A las otras dos, que yo conozca, solo parece haber una propuesta: la mesa de diálogo precedida por el indulto. Ante la ausencia de alternativa, y aun constatando el riesgo de llevarla a la práctica, ¿por qué nos inclinaríamos? ¿Por la acción o por la inacción?

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