Pigmalion no compra en internet

Depositamos nuestras esperanzas en algo ajeno a nosotros mismos, esperando que suceda algo que mejore nuestra vida

Expectativas versus realidad. Así comienzan multitud de memes en los que comparan el producto que anunciaba algún portal chino con la piltrafa que el usuario acaba recibiendo; o que muestran unos maltrechos pegotes de masa en contraposición a las lustrosas magdalenas que prometía la receta. Pareciese que, en nuestra cultura, la expectativa conduce casi siempre a la frustración. Al ver esas imágenes nadie confía que la realidad supere a la expectativa; se da por sentado que el final será un desastre. Pensemos juntos por qué, sin que esperen ustedes que les ofrezca un secreto existencial. Puestos a defraudar lo hacemos desde el principio.

Existe en Psicología el llamado efecto Pigmalión. Cuando no es uno mismo si no un tercero quien deposita esperanzas en un sujeto este se ve impelido, por una fuerza adicional, a superarse y mejorar su rendimiento. Este poder se extiende incluso hasta los animales. Los perros que el adiestrador considera más listos son los que más progresos realizan. Semejante efecto no es magia, claro está, si no que supone el resultado de un sinfín de actitudes que hacen que el observador ofrezca lo mejor de sí para que lo observado termine haciendo lo propio. Si eliminamos de la ecuación al entrenador, profesor o cualesquiera de los individuos que ejercen ese rol nuestro protagonista (uno mismo, no lo olvidemos) se nos desmorona. Y esto sucede porque perdemos el foco. Depositamos nuestras expectativas en el futuro, en el otro, en el producto final, dicho de otro modo. Séneca nos dio la clave, pero al hombre no le hacemos ni caso: La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy. Depositamos nuestras esperanzas en algo ajeno a nosotros mismos, esperando que mañana suceda algo que mejore nuestra vida sin entender que raramente acontecerá un casual que nos solucione la papeleta. Quien inventó este negocio lo hizo así: con mayor frecuencia sobrevendrán desgracias, pero casi todo lo bueno que nos suceda será a costa de nuestro arduo esfuerzo. Podemos afirmar que Pigmalión, que parecía un tipo exigente en cuestiones maritales, no se compró una muñeca en Aliexpress. Más bien al contrario, cogió martillo y cincel, un bloque de mármol y se aplicó a la labor de esculpir. Y lo hizo con tal entusiasmo que Afrodita lo recompensó dando vida a la estatua con la que finalmente se desposaría. Pigmalión creía en sí mismo. ¿Qué esperaban?

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