Manuel Cuesta

Pilar López de ayala

Días Rojos

24 de abril 2013 - 01:00

UNA vez la saludé después de verla entrar en el Café Comercial en Madrid. Me gusta el chocolate con churros y yo estaba allí, encorvado en la barra, con una pose casi ridícula degustándolos con delectación. Y entró ella, hermosa, luminosa y fresca como un vendaval de abril. Quería decirle que había escrito una preciosa canción basada en una de sus películas: "Báilame el agua" e invitarla a venir a uno de mis conciertos con la esperanza de escucharla, pues esa pieza aún no la había grabado decentemente. Le dije. Me sostuvo la mirada durante todo mi soliloquio y me observaba con esos ojos enormes y acuáticos. Adopté una pose de torpe galán y le dejé las señas del local escrito en una servilleta de papel. La besé dos veces y me marche con el alma arrullada en un pañuelo. No la he vuelto a ver. Y últimamente tampoco la veo en el cine, bailándonos a todos el agua y el corazón hasta explotar.

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