Píldoras de sabiduría

El título de hoy es puro sarcasmo derivado de un cansancio por tanta sentencia en forma de frasecita sabia

El título de hoy es puro sarcasmo derivado de un cansancio crónico por tanta sentencia en forma de frasecita sabia con firma reconocida, sin firma reconocida o con reconocible firma apócrifa. Frases que condensan en unas pocas palabras claves para vivir, amar, sentir, y a poco que nos descuidemos nos acabarán explicando también el misterio de experiencias más escatológicas que místicas. Títulos que invitan al acceso de redacciones para todos los gustos y estados de ánimo, para todas las situaciones y momentos vitales, para todas las personalidades y tendencias emocionales. Verbos y paráfrasis verbales como "debemos" o "tenemos que" forman parte innegociable de estos textos tan preocupados por el bienestar común y el arreglo de mentes y corazones hechos añicos. Un poquito de aquí, un poquito de allá y otro poco de acullá ¡et voilà!, ya tenemos otro gran discurso atractivo que enseña las claves de la felicidad y el camino a la plenitud para todos, sin matices, sin distinciones, sin apelación. Es comprensible. Una de las máximas de estos paradigmas nueva-era-llena-bolsillos-gurús-y-acólitos es que si no encuentras el camino son tus sentidos los equivocados, aunque padezcas una discapacidad física real, porque, ¡eh!, ¿quién dijo que hay techo?

No niego el valor y el poder de una sana autoestima, ni la fuerza que genera la tenacidad y la firmeza de decisión y compromiso con uno mismo, pero cualidades de tanto peso como estas no nacen ni florecen a la luz de una epifanía llegada en forma de frase célebre. O ni eso. Las frases célebres están ya también tan manidas que en los últimos tiempos han ido germinando otras similares de igual peso específico y a veces de una obviedad insultante. ¡Y por Tutatis, que llegados a este punto prefiero mil veces sus versiones retorcidas y humorísticas! Ya no hace falta irse a consultar libros a una biblioteca para conocer los aforismos clásicos, basta con tener un perfil en cualquier red social de internet para elegir de entre las publicadas la que mejor se acomode a nuestro día o filosofía eventual y después soltarla como un intelectual de garrafón en mitad de cualquier tertulia vinatera. Eso sí que es sabiduría de la buena y no la del ágora, aunque haya veces que ni sepamos del todo lo que estemos diciendo. Y qué más da si de lo que se trata ahora en todos y cada uno de los aspectos de nuestra existencia es parecer antes que ser.

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