Advierto, de entrada, que soy escéptico con políticas activas de empleo consistentes en dar dinero a instituciones públicas para creación de empleo temporal. Solo lo gana en escepticismo las políticas de subvenciones a la contratación por las empresas. No debo ser el único porque el reciente acuerdo Gobierno - Podemos para los presupuestos de 2019 incluye "revisar las subvenciones a la contratación, reduciéndolas y manteniendo aquellas que tengan como finalidad la inserción en el mercado laboral de los colectivos con especial vulnerabilidad". Como somos de natural quisquillosos, alguien pensará que, en realidad, la inserción laboral de es el objetivo de cualquier subvención a la contratación. No nos quedemos en eso, sino en lo de revisar y reducir, pues implica evaluar, verbo que rara vez sigue a la expresión "políticas activas de empleo" y eso que suelen ser una cantidad maja. En los presupuestos generales del Estado de 2018 se les destinan 5.718 millones.Volviendo a los planes de empleo público. Este octubre regresan los planes de empleo de la Junta de Andalucía. Para Almería son casi 17 millones que, pensarán, buenos son. Buenos son, ¿por qué? Es una pregunta un poco tabú en un país (y esta Comunidad) que lleva 40 años con el desempleo en el top ten de las preocupaciones. Es innegable que para las personas que acceden a esos empleos temporales y para los alcaldes de municipios medianos que llevan años encontrándose con el problema de sus vecinos es un alivio. Pero no se trata solo de eso. Partimos de un problema real: hay paro juvenil y paro de mayores (y de las edades intermedias) y personas más expuestas que otras. Si en la provincia, por ejemplo, el 25% de los parados lleva más de dos años desempleados y la mayoría de ellos supera los 50 años, es innegable que hay un problema de paro de larga duración. Su análisis -que no debe hacerse de septiembre para octubre- requiere luces largas, hacia atrás y hacia delante. Era algo que se empezó percibir ya en 2008 cuando era un paro que apenas llegaba al 10% Esa amenaza estaba ahí, la conocían los expertos y se fue ratificando machaconamente mes tras mes. La solución, no obstante, no era ni es fácil. Si lo fuera ya estaría solucionado, obviamente. No obstante, cuando se inician planes para estos desempleados, falta la respuesta al ¿para qué? ¿Qué pasó con los participantes de años anteriores? ¿Se ha hecho un seguimiento de su situación? ¿Cuánto ha trabajado cada uno de ellos desde entonces? ¿Cuántos siguen desempleados? Sin esa evaluación, lo de ahora, una vez más, es polvo en el viento.

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