Pobre Zabaleta

Zabaleta era un artista de un pequeño pueblo jienense, incontaminado y bueno, puro e ingenuo

En 1949, deslumbrado por el mito, tras haber absorbido sus influencias perniciosas, el quedaseño Rafael Zabaleta marchó a París con el firme propósito de conocer personalmente, por fin, a Pablo Picasso, de ofrecerle sus respetos y mostrarle ansioso fotografías de sus obras con la esperanza de obtener la bendición sacerdotal del monstruo. Picasso alabó sus cuadros y dibujos, le dio un beso y un abrazo y le recomendó que se volviera a Quesada a pintar, porque "aquí en París estamos todos locos". Recuerda el episodio Manuel Ángeles Ortiz, por entonces el pintor del grupo de españoles parisinos más cercano a Picasso, y no escatima detalles en describir el alma "campesina", auténtica y conmovedora, del quesadeño. Picasso, que estimaba sobre todo a los artistas auténticos y personales, debió de observar ya entonces como su influencia estética y plástica sobre Zabaleta le perjudicaba claramente. Rafael era en origen, como nuestro Pedro Gilabert, un artista campesino, ingenuo y primitivo desde la autenticidad, y su contacto con la élite intelectual española, capitaneada entonces en su apoyo a los pintores modernos por Eugenio d'Ors, le abrió un mundo de contaminaciones plásticas donde ser "moderno" pasaba por la reverencia al mito picassiano y la asunción de sus modos estéticos. Repasando la obra zabaletiana resulta evidente que es más auténtica y mejor cuando despliega su universo pueblerino, su imaginario realista del mundo rural, vivido y soñado, y lo construye con la ingenuidad y torpeza naif de su alma "campesina". Y fracasa en su intento de imitar a Picasso, de asumir sus tics dibujísticos cubistas e incluso sus temas de inspiración primitivo-mediterránea. Zabaleta era un artista de un pequeño pueblo jienense, incontaminado y bueno, puro e ingenuo. Picasso, vivido hasta el extremo, había hecho de la perversión y la malicia la enseña de su vida y de su arte. Inteligentísimo, construyó el gran edificio de la vanguardia -comprado después por hordas de artistas, escritores e historiadores- al parir, conscientemente, un arte neo primitivo, pretendidamente auténtico, esencial y primario. Pero nada más lejos de la realidad: la obra picassiana es un edificio sofisticadísimo y perverso, creado por un superdotado, alguien que sabía demasiado y tenía un objetivo muy claro. Quizá por eso se compadeció de Zabaleta y le mandó de vuelta a su pueblo.

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