E N materia de identidades sexuales, conviene ser cautos -y cautas- porque al atractivo sugerente se une la corrección política y, con esta, la controversia y los coscorrones de los valedores -y valedoras- de la ortodoxia vienen de suyo. Fernando Colomo, con intenciones cómicas, dirigió Poliamor para principiantes (2021) y la película se salva, principalmente, por la interpretación de algunos actores -destaca Karra Elejalde-. El amor romántico, defendido por un mediocre «youtuber» que, con disfraz, es «el ranger del amor», se las ve en la trama con las abiertas y consentidas variables del «poliamor». De modo que se populariza tal relación amorosa entre tres o más personas que así lo consienten. Aceptado como neologismo «poliamor» (de «polyamory»), valga además el eufemismo con que también se nombra: «no-monogamia consensual», y hasta podría proponerse -que asista el juanramoniano nombre exacto de las cosas- «poligamia aceptada». Acaso con «no-monogamia» quiera atenuarse -razón del eufemismo- la menos neutra apariencia de esa poligamia o de su prima hermana, la promiscuidad, aunque esta sea menos estable. Y los «poliamorosos» -no pocas veces con la febril disposición de los conversos- declaran que no es necesaria la exclusividad sexual o relacional para tener vínculos comprometidos, hondos y largos. Luego solteros y solteras, monógamos o monógamas son posibles adeptos al credo «poliamoroso», en el que importa el sexo, pero asimismo otros acuerdos mutuos, entre varias personas, fundados en una compresión a prueba de celos, ajena a la «posesividad» y contraria a las normas culturales restrictivas. No quiere resultar, por ello, una ocurrencia el «poliamor», ni confundirse con lujuriosas orgías, con una prostitución atenuada, con -sigue el eufemismo- una «monogamia seriada» -sonrisas al margen-, o con el más conocido, además de menos rebuscado, «intercambio de parejas»". El valedor del amor romántico, en la película, cae en las redes del «poliamor». Y aquí viene otra identidad -porque no hay espacio para bastantes más-: la «demisexualidad». Esto es, un estado entre la «asexualidad» y la atracción sexual, cuando esta última solo se experimenta tras alcanzar antes una relación emocional, tal vez romántica, profunda. Vamos, ordinariez aparte, hacerse la picha un lío.
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