Política rosa

Un cargo público debe ser ejemplar y dar ejemplo y no puede entrar en un Reality Show

Estos días hemos asistido a algo que venía yo sospechando desde hace tiempo y que se puede describir como la Política Rosa o Política del Corazón.

Ya habíamos visto antes como en las campañas electorales se adoptaban técnicas recomendadas por los gabinetes de comunicación de los programas televisivos y de las redes. También empezamos a ver como los líderes asistían a esos programas y como sus intimidades se convertían en una moneda de cambio con un precio.

Poco después el formato televisivo, el político, lo público, y lo privado, se fusionaron en un performance muy extraño que para bien o mal generaba audiencia. A partir de ahí los partidos basaron sus objetivos en la idea de marca, producto, y en el telemarketing.

La identidad y las ideas se convirtieron en elementos secundarios y sin valor. No obstante estos días ha pasado algo que supone el fin de este proceso y que afirma que la Política Rosa o del Corazón existe sin posibilidad de negación. Una ministra llamó en directo a un programa de televisión para dar una opinión sobre un asunto privado. La situación es rocambolesca porque eso sólo pasa en países del tercer mundo donde se da la narcopolítica. No quiero pensar que ese sea el escenario sino que se trata de un gran error por su parte.

Un cargo público no puede rebajarse al Reality Show ni ser contenido de la Prensa Rosa, como se ha llamado. Yo creo que el cargo público debe ser ejemplar y además dar ejemplo y eso lo tiene que hacer desde su ámbito profesional y no desde otro o desde la ambigüedad. De lo contrario llegará el momento en el que no se sepa distinguir la Prensa Rosa de la Política o al revés y que trabajemos a diario con el concepto de Política Rosa. Con esto no pretendo quitar la razón, o darla, a la persona que la ministra defendió sino que aspiro a criticar tan sólo el acto de la llamada, una llamada de un cargo público a un programa del corazón de máxima audiencia.

¿Qué pasaría si los asuntos económicos se trataran en las revistas del corazón o si los problemas sanitarios de la pandemia se gestionaran por youtubers? ¿Qué pasaría si un programa de televisión tomara las decisiones que afectaran a los derechos fundamentales o al derecho a la vida? Existe un riesgo que merece mucho respeto. Y la gestión pública debe ser prudente. No puede rebajarse porque no es un espectáculo ni puede parecerlo. La confusión es peligrosa.

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