Cuando alguna vez escucho una emisora de radio comercial y se anuncia una nueva canción, con un sonido «rompedor», «alternativo», se habla de «nuevas sonoridades»…. automáticamente se me escapa una carcajada. Me sale inconscientemente, incluso antes de escuchar la canción, porque el 99,9 % de la música que suena en la radio comercial no tiene nada de nuevo, ni de rompedor, ni de alternativo. Entonces, ¿por qué se anuncia en estos términos? La respuesta es muy simple: la intención es vender, llamar la atención. Marketing puro, sin ningún tipo de justificación más allá de lo económico.

En la docencia estamos quienes nos gustan los vinos con solera, nombre y tradición y están quienes prefieren ir probando todas las nuevas bebidas energéticas, mixtas, químicas y otros experimentos que van saliendo al mercado. No tiene nada de malo preferir una cosa u otra cuando se trata de gastronomía, pero cuando se trata de actuaciones educativas con nuestras hijas e hijos, ya la cosa se complica.

Me escribe hace unas semanas mi compañera Eva Fernández, profesora de lengua, y me dice: «oye, que he descubierto que hago gamificación, visual thinking, flipped classroom y storytelling… ¡estoy a la última!». Es decir, que utiliza el juego, las imágenes, la exposición de trabajos, las historias, cuentos y narraciones. Técnicas que ya utilizaba Ferrer i Guardia, María Montessori, Celestin Freinet y muchos otros. Pero claro, estas «marcas» anticuadas no venden. Quizá sí que venderían si se llamaran «Guarding», Montessoring» y «Freineting». Lo peor no es que sean anglicismos horribles, sino que se nos venda como nuevo algo que no lo es y que se ofrezca una versión edulcorada y consumista de lo que en su día pretendieron estos grandes pedagogos, que no era otra cosa que la transformación social, la emancipación de las personas y la igualdad de oportunidades. Cada vez que utilizamos un -ing u otro anglicismo sacado de contexto, actuamos como cuando compramos una camiseta de marca con la imagen del Ché Guevara: destrozando el mensaje original. El capitalismo tiene tal poderío que es capaz de convertir en objeto de consumo incluso a sus adversarios. Así que ya sabes, querida Eva, invéntate cualquier «chorrading». No servirá para nada, pero si consigues que te patrocine alguna gran empresa o una red de centros privados, te harás de oro. Ainss… ¡Si Freineting levantara la cabeza!

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