Premonición de Bendegó

Un meteorito, intacto tras el incendio del Museo Nacional de Brasil, resulta una premonición imperecedera

Del calamitoso y voraz incendio del Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, que devastó la práctica totalidad de sus veinte millones de piezas, tras dos siglos desde su inauguración, solo se ha recuperado, indemne a las llamas, el conocido como meteorito Bendegó, hallado a finales del siglo XVIII, en 1784, en el estado de Bahía. Para muchos analistas y ciudadanos afligidos por tan descomunal e irreparable pérdida, la estragadora calamidad del incendio viene a ser una metáfora del desastre financiero atravesado por escándalos de corrupción. Con una lluvia de fuego y azufre relata el Génesis que Dios incineró las ciudades de Sodoma y Gomorra, ya que Abraham, que intercedió por los justos de Sodoma, no encontró cincuenta de ellos, ni siquiera diez, como condición para que la ciudad no pereciera por los graves e imperdonables pecados de su perversa gente. El incendio del Museo Nacional de Brasil parece, entonces, una maldición bíblica si no fuera porque se le atribuye el más mundano carácter de una tragedia anunciada, con su crónica de recortes y ajustes presupuestarios que menguaron los fondos públicos para el mantenimiento y la vigilancia del museo donde se custodiaban piezas de inconmensurable valor histórico, únicas y sin sustitución posible, como si la identidad de ese gran país hubiera perdido, repentina y drásticamente, buena parte de su sin par acervo.

Que el meteorito Bendegó quedara a salvo de las llamas no es una metáfora, sino una premonición. Así lo sugiere un cuidadoso y pulcro escritor, Bernard Allien, entre cuyos desempeños figura haber asesorado a señalados dignatarios como Reagan y Mitterrand. Sostiene Allien que "contar historias es uno de los actos fundadores de la cultura humana", aunque ese relato primigenio, esa ficción creadora, se desvirtúe con la perversión de la mentira: "La política de la mentira económica y política, implícitamente aceptada por los ciudadanos, domina el mundo". De la metáfora a la premonición, el meteorito intacto, como voluminoso cuerpo celeste caído sobre la Tierra -pesa más de cinco toneladas y media-, acaso anuncie otra dimensión del universo, un estado de la trascendencia, donde no rijan o se impongan las vulnerabilidades mundanas. Quizás resultara más a propósito, en fin, otra metáfora, la del Ave Fénix, que cada quinientos años perecía consumida por la acción del fuego para renacer purificada. Bendegó, sin embargo, es una premonición imperecedera.

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