Presentismo político

Al final, la mentira política nos ha atrapado y nos costará salir de ella, comienza a ser habitual en cada instante de la vida

Estimados lectores, nos hemos adentrado de lleno en el mes estival por antonomasia, inclusive, a nivel constitucional con el cierre de las Cámaras Alta y Baja, toca unos días de asueto para intentar recomponer los sentires endógenos que nos permitan sobrevivir con esperanza y sin muchos sobresaltos hasta el plenilunio de la Navidad para dar carpetazo en el tiempo a este híbrido año electoral en donde, sí al comienzo, parecía vislumbrar luceros de un mañana esperanzador, todo se ha ido diluyendo, quedándose en aguas de borrajas, hasta retomar a la misma intensidad del desencanto democrático de los últimos años con "panem et circenses".

El por qué de esta introducción es debido a que siempre en política se cuenta la verdad a medias. Luego, ni siquiera se cuenta, ocultándola demasiado conscientemente. Después, en esa maraña que se va complicando sin saber cómo, aparece la mentira, surgida, primero, con esa forma absurda de llamarla piadosa, que no es sino otra manera moral de volver a justificar lo injustificable, y, poco a poco, se convierte en mentira simple de la que, sin embargo, cualquiera vuelve a justificarla con la excusa fácil de "no tener más remedio que mentir para no hacer daño con las palabras". En esto se ha convertido la política en todos sus ámbitos de actuación pública, desde la gestión a la propia gobernanza.

Al final, la mentira política nos ha atrapado y nos costará salir de ella, por lo que comienza a ser habitual en cada instante de la vida; una mentira detrás de otra hasta que esta es más abundante que la sencilla verdad ocasional. Y no miremos hacia atrás, qué difícil sería responder en qué instante se transgredió alguna de las barreras: de la verdad sencilla a la verdad a medias, de la verdad a medias al silencio absoluto, de ese silencio a la mentira piadosa, de esta forma tan absurda de piedad a la mentira a secas y de la mentira a secas pronunciada escasas veces a un estilo de vida en la que todo es una farsa teatral sin sentido.

En fin, las Cortes echan el telón, una especie de presentismo laboral en lo político, una nueva forma de 'escaqueo' en la gobernanza, y mientras los españoles podemos seguir escribiendo nuestra Historia con poéticos materiales de desecho como la corrupción, la incompetencia, la destrucción especulativa de las ciudades y de los paisajes y la multiplicación alucinante de obras públicas sin sentido.

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