Prevención racional

Haber llevado la lucha de sexos al campo de la prevención de la violencia doméstica ha confundido

Poco atenta más contra la dignidad de la persona que convertir su asesinato en una cifra de estadística, aunque usarlo con fines políticos todavía es peor. Yo hablaré aquí del asesinato de Olivia, de datos y de política, pero preferiría dejar mi columna en blanco antes de que mis letras pudiesen entenderse como una instrumentalización. Ante la muerte de esta niña, caben la pena, la rabia, la oración. Y sólo después un arriesgado intento de mejorar la protección de la infancia.

Habiendo sido, presuntamente, la asesina la madre, es hora de replantearse algunos extremos de la política actual. No contra nadie, sino pensando, sobre todo, en el bien de los niños, y de las madres y los padres.

La proporción de hijos muertos a manos de sus progenitores indica que se cumple la más estricta paridad entre asesinos y asesinas. Esto contrarresta con un sistema penal, administrativo y protector que pone sus focos y sus alarmas sobre los hombres. No quiero hacer una crítica política, insisto, sino analizar las debilidades del sistema. No está funcionando por un error básico y previo de percepción.

Ayudaría no cerrar los ojos. ¿Se dan más casos de maltrato y de homicidio en las parejas enfrentadas? Yo no tengo las estadísticas a mano, pero todo hace pensar que sí. ¿Qué tantos por ciento se manejan? Esto, por supuesto, no implica criminalizar a nadie. Sencillamente sucede que, si cerramos los ojos a la realidad, luego la realidad nos coge por la espalda incluso cuando venía de frente y de lejos.

Alguien podrá objetar que cómo se va a luchar contra el fracaso familiar, que eso es imposible. 1º) También es imposible (o más) luchar contra la sexualidad de la generación humana y se hace. 2º) En la historia, se han propiciado condiciones sociales, culturales y económicas mucho más favorables a la familia estable. Y 3º) No se trata de criminalizar a las parejas rotas, como nunca se debería haber tratado de criminalizar a un sexo frente a otro, sino de detectar mejor los riesgos. La inmensa mayoría de los divorciados son padres y madres excelentes. Solamente urge trabajar en la prevención sin dar palos de ciego.

Con independencia del sexo, las denuncias falsas, las vulneraciones del régimen de visita y el enfrentamiento irracional con la ex pareja parecen indicadores mucho más alarmantes de una probable violencia. No distraigamos nuestras fuerzas y nuestros recursos en prejuicios y demagogias.

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