Esta semana, en una crónica sobre las presidenciales francesas, Le Monde comparaba las primarias de derecha e izquierda con una película de Tarantino. Cada protagonista que aparece acaba convertido en fiambre por una Magnum. Sale un favorito y ¡bum! ya está en el suelo, tumbado por los electores. La lista de personalidades caídas es impresionante: dos presidentes de la República, Sarkozy y Hollande, y dos primeros ministros, Juppé y Valls. Y quizá pronto un tercero, si Fillon también sucumbe víctima del nepotismo que antes era parte del paisaje y ahora no resulta moderno.

Si proyectamos esa experiencia sobre las primarias socialistas en España, se entienden las dudas de Susana Díaz sobre lanzarse o no al ruedo y cuándo hacerlo. Los candidatos institucionales no se llevan: en el PS francés las bases han preferido a un izquierdista. Lo mismo pasó en el Reino Unido con Jeremy Corbyn, apoyado por dos de cada tres militantes, pero rechazado por cuatro de cada cinco diputados laboristas. Hagan sus comparaciones. Cuando Corbyn fue reelegido en septiembre dijo algo que han repetido otros después: "todos formamos parte de la misma familia". Valls tras perder contra él, ha comentado que ahora Hamon es el candidato de su familia política. Y el principal mensaje de Susana Díaz el pasado fin de semana en Alcalá de los Gazules fue "todos somos compañeros". La familia.

Es media verdad. La propia falsa candidata lanzó otro recado en Alcalá, "ya está bien de perder". Señalaba al compañero Sánchez sin nombrarlo. Tampoco mencionó a Pedro el número dos del PSOE andaluz, Juan Cornejo, cuando le vació un cargador de improperios, acusándole de falacias, demagogias y engaños. No es moderno insultar a los compañeros. Tampoco que las televisiones públicas manipulen. Mientras el anuncio de que Sánchez era candidato a la Secretaría General del PSOE era portada en los medios nacionales, en Canal Sur Televisión a mediodía del sábado 31 el acto de Dos Hermanas fue la noticia número doce, por detrás del mitin de Alcalá. Susana tuvo 1'39" y Pedro 30". La fraternidad tiene un límite: la propaganda.

Orientado por el viento que sopla de Francia e Inglaterra, Sánchez ha adaptado su perfil. De ser un liberal aupado por las élites del partido, con Díaz a la cabeza de sus valedores, se ha vuelto un izquierdista enemigo del aparato. Y el puente de mando del PSOE andaluz, la maquinaria de poder más eficaz del país, ha perdido fuerza desde el congreso de 2014. Ya no es moderno ese control de la organización al margen de los militantes.

Si las presidenciales francesas en vez de una película truculenta fuesen una comedia, se destacaría que los apellidos de todos los candidatos terminan en N: Le Pen, Fillon, Macron, Hamon y Mélenchon. No es broma. Tampoco lo es que los tres aspirantes a la jefatura del PSOE tienen apellidos que terminan en Z: López, Sánchez y Díaz. Nos esperan unas primarias de película. Pero no serán familiares ni divertidas. Serán de Tarantino.

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