La Princesa

Doña Leonor fue el lunes a Barcelona en representación de la democracia española, que se haya en enorme peligro

Doña Leonor de Borbón, princesa de Gerona, se plantó el lunes en la ciudad condal a presidir sus premios, mientras parte de "la generación más preparada de la Historia" hacía el memo a las puertas del recinto, entre la amenaza, el tedio y la tristeza. En el futuro, es de suponer que los sociólogos, aparte el sesgo autoritario y xenófobo de la revuelta indepe, estudiarán el protagonismo de las clases pasivas, estudiantina y jubilados, mayormente, y cuyo activismo ha ido en paralelo a su grado de inactividad y a sus tiernas ensoñaciones de pureza. De aquí podríamos deducir, lógicamente, que doña Leonor de Borbón, futura reina de España, no pertenece a esta generación archipreparada y ultraguay que ahora patrulla las calles de Barcelona en pos de una libertad sin genes defectuosos. Pero también podríamos deducir, legítimamente, lo contrario. De donde preferimos extraer una lección, acaso más modesta, pero que no se contradiga con las evidencias: toda esa juventud lírica y comprometida del CDR se parece enormemente a una ringla de necios, subvencionados por mamá, y llevados de un ánimo totalitario.

Otra cuestión que habrá de investigarse en el futuro es la diferente reacción de los españoles ante un golpe de Estado. Exceptuando a la Corona, que en ambos casos estuvo del lado de la democracia y de la Historia, las multitudes que salieron en el 81 para repudiarlo, han salido en 2017 para apoyar a los golpistas. Lo cual es válido tanto para las masas ofuscadas como para la intelligentsia que hoy ve muy democrático el nacionalismo que entonces deploraba. ¿Es don Antonio Tejero un preso político al que hemos celado injustamente? "Nin se sabe", que diría Cunqueiro. El caso es que los simpáticos muchachos del CDR, así como sus abuelos trabucaires, estaban el lunes cercando a una mujer de catorce años, mucho más razonable y valerosa que todos ellos. En lugar de dedicarse al ocio vagabundo, al tedio adolescente, doña Leonor fue el lunes a Barcelona en representación de la democracia española; democracia que hoy corona su padre, y que allí, precisamente allí, se halla en enorme peligro.

Como es lógico, un honor tan alto, un honor de ese tamaño, conlleva obligaciones parejas. Conlleva, sí, una responsabilidad suprema. Lo cual nos conduce, claro, a una cuestión sin importancia: de toda esta destrucción, de todo este odio, de la ardiente mezquindad desatada por el catalanismo, ¿alguien se hará responsable, o guardarán su responsabilidad en Andorra, como don Jordi?

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